Mitch Buchannon (Dwayne Johnson) es el líder de un grupo de rescatadores y el héroe local de una playa que se ha vuelto peligrosa. El problema más grave son las drogas duras que aparecen misteriosamente entre la arena. El equipo de Mitch necesita más reclutas, así que se abren tres vacantes por las cuales competirá un gran número de candidatos, entre los que se encuentran Summer (Alexandra Daddario) y el entusiasta –aunque totalmente fuera de forma– Ronnie (Jon Bass). Deberán pasar por ciertas pruebas físicas para ocupar el puesto de vigilante de la playa. Ese día llega un candidato más: Matt Brody (Zac Efron), quien se niega a probar su valor ante Mitch, pues es un excampeón olímpico de natación al que le prometieron el puesto debido a su fama. Buchannon se ve forzado a darle una oportunidad. Los dos forzudos, junto con sus atléticos colegas, hacen equipo para descubrir y detener a quien está ocasionando el problema de drogas en la bahía.
Baywatch: Guardianes de la bahía (Dir. Seth Gordon) comienza con Mitch llegando a trabajar a su puesto. La marea es alta y una majestuosa ola hace que un surfista pierda el control de su tabla y caiga violentamente al mar, golpeándose la cabeza con una piedra. De inmediato, Mitch corre para auxiliarlo. Sube a un peñasco y, en cámara lenta, hunde su cuerpo en el agua en un perfecto ángulo de 45º; nada con habilidad hasta donde está el inconsciente cuerpo del surfista e instantes después, reaparece con la desvalida figura en brazos. Detrás, como un mítico titán colorado rodeado de delfines y gaviotas, emerge la palabra BAYWATCH. En ese momento el espectador sabe con certeza que la película se sabe parodia del fenómeno de cultura pop que conquistó tantos corazones en los noventa. Este joven siglo es amante del reciclaje y se ha encargado de explotar a la nostalgia de todas las formas posibles. Debo admitir, por ejemplo, que cuando El Halcón Milenario apareció por primera vez en forma de chatarra en Star Wars: Episodio VII-El Despertar de la Fuerza (2015), no pude evitar una ruidosa inhalación. Sin embargo ¿qué sentido tiene hacer una nueva versión de la serie Guardianes de la Bahía? ¿En verdad hay alguien a quien sus acartonadas actuaciones, su absurdo guion y sus bidimensionales personajes musculosos le hagan suspirar anhelando mejores tiempos? No lo descarto, pero la película sí. No busca cosechar melancolía sino evocar la ridiculez de la que todos estaban conscientes hace un par de décadas, y es que lo que volvió popular a la serie no tenía que ver con su calidad sino con el efecto que causaba en la audiencia, que encontró un lugar dónde contemplar cuerpos hermosos corriendo en cámara lenta. David Hasselhof (El auto increíble, 1982-86), quien además de ser protagonista era productor, sabía esto de sobra, y se encargó de aprovechar el fenómeno a tope, convirtiendo al show en un producto cultural del cual la nueva cinta se sirve: el reciclaje a todo lo que da. El problema es que más allá de burlarse de la serie, el filme traduce su ridiculez noventera a este siglo, convirtiendo el humor involuntario en un monstruoso chiste cubierto de clones malhechos de sí mismo. Los gags y su timing son tan lamentables y poco efectivos que, al no poder generar un efecto por sí mismos, requieren de la ayuda de los personajes, que se ven forzados a reírse de sus propios chistes. Y lo lamentable no es eso, sino la seriedad con que lo hacen. Todos parecen estar involucrados y tomándose las cosas muy en serio; esto, sumado al raquítico guión de nada más y nada menos que seis escritores, entre los que se encuentran Jay Schrick y David Ronn (responsables de otras abigarradas cintas como Norbit y Los Pitufos), provoca una sensación de incomodidad casi tangible. Rescato un par de chistes que me arrancaron una honesta carcajada, entre ellos uno muy ingenioso sobre la dislexia, y otro que tiene que ver con la carrera actoral de Zac Efron, quien por cierto tiene una gran química con el siempre carismático Dwayne Johnson. El resto del casting tampoco está mal; es un grupo de actores de sangre ligera que hace buenas migas en pantalla (excepto por Priyanka Chopra, quien interpreta a una irritante villana de caricatura). Sin embargo en esta ocasión la simpatía no logra rescatar a este menú escatológico espolvoreado de senos y pectorales meneándose en cámara lenta. Incluso la aparición de Pamela Anderson se siente como un injerto fuera de lugar. Baywatch: los vigilantes de la playa es una cinta que la descabellada lógica de nuestra época nos ha traído, y sin duda sirve para ser acompañada de unas palomitas medianas, pero el instante en que la mano roce el fondo del contenedor de cartoncillo, debe servir como señal para abandonar la sala de inmediato.
Fecha de estreno en México: 16 de junio, 2017.