El sueco Björn Borg (Sverrir Gudnason) y el norteamericano –nacido en Alemania- John McEnroe (Shia LaBeouf) son dos de los mejores tenistas que han jugado el ‘deporte blanco’ (cuando todavía lo era, al menos de forma predominante) en la historia pero, además, son dos de las personalidades más peculiares que se han visto, raqueta en mano, dentro de una cancha de tenis. Dos contextos diferentes (Borg de clase trabajadora sueca, McEnroe de clase acomodada neoyorquina) sentaron las bases para dos personalidades totalmente opuestas, aparentemente: Björn, un témpano de hielo, caballero sin emociones, que despliega la perfección técnica del tenis; John, un niño malcriado y rebelde, que roza los linderos de un arte compulsivo y voluble con su educada mano izquierda. En el fondo, los dos genios del tenis comparten mucho más de lo que las cámaras, los reportes noticiosos y sus interpretaciones tenísticas permiten apreciar. Björn, de niño, era igual o más colérico que John cuando las cosas no le iban bien en la cancha, o fuera de ella. Los dos, desde niños, crecieron obsesionados no solo con el triunfo, sino con el dominio absoluto de su deporte. Es 1980 y, durante el torneo más importante del circuito tenístico y parte del Grand Slam, Wimbledon, jugado en esa zona del código S19 de Londres, Bjorg buscará ganar su quinto trofeo de forma consecutiva. Una auténtica hazaña, nunca antes vista. Se le interpondrá un gran ‘pero’. Las llaves del sorteo han marcado que, de avanzar exitosamente a la final, el ‘veterano’ rey de 24 años tendrá que enfrentarse al joven maravilla que tiene 21, si es que éste consigue pasar sus aduanas previas. De darse el enfrentamiento, el mundo podría presenciar el duelo más atractivo que hasta entonces se haya visto en una cancha de tenis y, es muy probable, la vida de estos seres humanos, sea cual fuere el resultado del partido, quedará transformada a partir del desenlace del match point.
AFD