Marc Radner (Seth Rogen) y su esposa Kelly (Rose Byrne) están intentando vender su casa. Después de haber combatido contra la fraternidad asentada en la casa de al lado, que les hacía la vida imposible en la primera parte de la franquicia, y ahora con una hija que ha dejado de ser una bebé, lo único que desean es marcharse a los suburbios a vivir una vida más tranquila. Pero la mujer que les ayuda con la venta de la casa les dice que están en un periodo de prueba de 30 días, en el que los posibles compradores pueden hacer una visita en cualquier momento para cerciorarse de que las condiciones de la propiedad sean las prometidas. Todo va bien, hasta que un grupo de universitarias, encabezadas por Shelby (Chloë Grace Moretz) y asesoradas por Teddy Sanders (Zac Efron) ocupa la casa que antes había sido habitada por la fraternidad y tenía ya un tiempo abandonada, para establecer la residencia de su hermandad. El caos y la destrucción que creían que habían quedado atrás vuelven para hacerse presentes en una aparentemente interminable lucha entre vecinos.
Neighbors 2: Sorority Rising refleja a una sociedad estadounidense contemporánea, moderna, consumista, joven, cómoda hasta cierto punto, pero muy insatisfecha. Remite a la vacuidad de la que hablaba Lipovetsky en su obra La era del vacío, con elementos de lo que él nombra “la sociedad humorística”, en la que el humor ya no se circunscribe a los productos expresamente humorísticos, sino que invade todos los significados y valores: el sexo, la cultura y lo político, como una reacción al vacío contemporáneo. Es una cinta que dentro de su muy particular estilo de humor, que ya parece un sello de aquellas películas en las que está involucrado Seth Rogen (Virgen a los 40, 2005; The Interview, 2014), hace una crítica a todo: a la concepción de familia (representada en este caso por Marc y Kelly que constantemente se cuestionan si son buenos padres y de qué forma pueden encajar en los modelos de familia sin ser aburridos), a las grandes discusiones actuales sobre el feminismo o la teoría de género (con varias escenas que hacen mofa del empoderamiento femenino convirtiéndolo en una posibilidad de decisión que se usa sólo como una bandera para hacer fiestas y estupideces), al significado de madurar (en donde explícitamente cuestionan si eso significa dejar de hacer cosas divertidas o es ser siempre responsables) e incluso cuestiones que antes tenían importancia pero que en la actualidad, para muchas personas, pasan desapercibidas, como el valor de una promesa. Y cuando todos los conceptos, valores y luchas son derribadas, se entra en un caos, en el que no se propone una solución. Los personajes tienen una construcción psicológica compleja, ya que en la trama dejan ver que sus acciones y reacciones están directamente vinculadas con traumas emocionales relacionados con problemas de abandono, rechazo, fracasos, miedo al paso del tiempo y el envejecimiento, la falta de autoestima o de valoración propia a partir de los otros. Sus personalidades se reflejan no sólo en los diálogos llenos de prejuicios racistas, ideas sexistas y frases estúpidas, de acciones violentas y nada meditadas, sino en los entornos en los que se desarrollan (las casas, los cuartos, los jardines, las fiestas), hasta en los movimientos de cámara que en algunas escenas son rápidos y generan confusión o en el uso de las iluminación que da un contraste entre la vida cotidiana con luz natural y las fiestas de tonos fluorescentes y neón. Dentro del filme se representan fantasías de las generaciones de adolescentes actuales, en las que lo importante es tener para ser: ser poseedores de objetos de lujo, alcohol, drogas, fiestas, cuerpos sexualizados pero sin sentimientos o pensamientos, dinero y, finalmente, tener tanto de todo que la destrucción sea un juego más, porque las consecuencias no importan. El humor está constantemente basado en un sarcasmo casi surreal, en el sinsentido, los extrañamientos y, por si algo hiciera falta, comedia slapstick. Esta cinta es todo, menos políticamente correcta. Pero si ya hemos normalizado una actitud cínica ante la vida, es muy probable que hasta resulte una que otra risa ocasionada por los momentos de locura, extravagancia e irracionalidad llevadas al extremo.