Jongsu (Yoo Ah-in) es un joven de clase trabajadora y aspirante a escritor en busca de superar un bloque ocreativo. Para ello, deambula entre los fantasmas de su propio pasado y las obsesiones de un presente que le resulta indescifrable. Un día, mientras realiza entregas y trabajos de medio tiempo como repartidor en Seúl, Jongsu se reencuentra con Haemi (Jun Jong-Seo), una chica a la que conoció en la infancia y no la había visto desde aquel entonces. Luego de algunos breves encuentros, ella se marcha a África y le pregunta a Jongsu si puede cuidar de su gato mientras está fuera. A su regreso, Haemi está en compañía de Ben (Steven Yeun), un misterioso y adinerado hombre. Entre los tres, casi extraños, pronto se establece una fuerte atracción y una compleja geometría de sentimientos, llena de fantasías borrosas que generan ilusiones e incertidumbres. Cuando la amistad y la confianza florece entre los dos hombres, Ben le revela su más perverso pasatiempo. Al saber el más recóndito secreto de su nuevo amigo -o rival-, Jongsu entra en una espiral de confusiones y angustias, donde los límites -entre la seguridad y el peligro, las dudas y las certezas, la realidad y la ficción- comienzan a difuminarse.
Burning (2018), el más reciente filme del cineasta coreano Lee Chang-dong y, probablemente, el punto más alto de su ya notable filmografía que incluye Secret Sunshine (2007) y Poetry (2010), se basa en Barn Burning, una historia corta de Haruki Murakami que, por cierto, es el mismo título de otro cuento, fechado en 1939 y firmado por William Faulkner, quien es el autor favorito de uno de los protagonistas. El filme comienza como una película centrada en una atracción entre el tímido e indeciso Jongsu y la extrovertida y frágil Haemi, quienes pertenecen a ese entorno provincial y más cerca del proletariado que de la clase media, con historias de desintegración familiar detrás de ellos. El aparente triángulo amoroso se complementa con la irrupción del envolvente Ben. Una vez que se establece el tejido de estas relaciones, el filme se orquesta a partir de las dinámicas del thriller -aunque el registro y el tono no se imponen con vehemencia desde el principio, sino que se logran con el propio ritmo extremadamente críptico y esquivo-. El relato deambula en atmósferas enrarecidas y perturbadoras gracias a una inexorable y creciente tensión que se eleva, no sólo con la intención de descubrir el misterio de los personajes y sus turbulentas manías, sino porque el filme, en sí mismo, reflexiona sobre los medios y las herramientas que emplea el arte narrativo (cine y literatura, específicamente) para construir el misterio. Burning es una película de combustión lenta, muy lenta, casi imperceptible, que arde con misterio y seducción, que te golpea desde la distancia, desde la hipnótica secuencia de Haemi desvistiéndose y bailando en un atardecer hasta las indescifrables hogueras que atormentan los sueños de Jongsu. Evitando cualquier tipo de complacencias y didactismos, Lee Chang-dong obliga al espectador a repensar los distintos cruces y encuentros de los personajes, así como la toma de decisiones en determinadas situaciones que acontecen en un mismo espacio (por ejemplo, las distintas visitas de Jongsu a la habitación de su amiga), pero sobre todo la alternancia de presencias y ausencias. De esta manera, Burning se erige como un objeto susceptible a distintas lecturas. A nivel moral, por ejemplo, Lee nos obliga a recalibrar continuamente los acontecimientos dependiendo de qué personaje está padeciendo la situación. Un poco como el gato que está -o no está- en la habitación de Haemi: ¿fantasía lejana, memoria oculta o verdad metafórica? ¿Cuánto valen las palabras, los recuerdos e incluso lo que vemos? ¿En quién creemos? ¿A quién decidimos creer? ¿Cómo elaborar un relato sobre lo que no se dice, sobre lo ambiguo de la cotidianidad? Parece un esfuerzo supremo tratar de hacer “comprensible” lo que no se concibió en palabras. Para eso están las imágenes, y así lo entiende el director coreano. Cuando deja de confiar demasiado en los mecanismos literarios de Murakami, Lee Chang-dong ofrece paisajes suspendidos y metafísicos; espacios que comunican la soledad de Haemi, la perversidad de Ben y la desesperación implosionada de Jongsu, personajes magníficamente construidos y resueltos. Momentos hipnóticos, silencios densos y alusiones de amenazas inminentes. En Burning se respira una melancolía del desencuentro, de relaciones de clase y poder donde casi siempre sucumben los más puros e inocentes. Pero la realidad está hecha de una ambigüedad sublime, parece decirnos el director, en una combustión que continúa ardiendo horas después de la proyección.
Fecha de estreno en México: 15 de marzo, 2019.
Consulta horarios en: Cineteca Nacional