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En un escenario minimalista se desarrolla la tragedia histórica Julio César, de William Shakespeare, con una compañía conformada por actores que sin duda tienen un gran potencial. La obra termina y, luego del atronador aplauso del público, los actores regresan a sus celdas en la prisión; se trata de una compañía de actores conformada por hombres que aún no han terminado su condena. Algunos de ellos no la terminarán nunca –o al  menos, no en esta vida–. Un flashback nos transporta varios meses atrás, al momento del casting, la preparación y los ensayos de los recién proclamados actores. Con una confianza renovada, y despojados de  cualquier rasgo de timidez, los presos se adueñan de cada rincón de la prisión para escenificar la tragedia, y llega un punto en el que su realidad se encuentra más allá de los muros y las rejas que los rodean, en una época pasada y un país lejano. Cada uno de ellos es presentado con su condena. Algunos son ladrones, otros asesinos; casi todos pertenecieron a la mafia. Nada de esto les impide realizar un excelente trabajo artístico, y todo está acomodado para que cuando lleguemos nuevamente al momento de la obra, veamos la resolución de Julio César con ojos distintos.

ESR (@RikyTravolta)

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