Gujarat en la India es el escenario rural en el que se desarrollan las historias de cuatro mujeres que luchan por la libertad en un poblado con tradiciones muy arraigadas que las limitan en su toma de decisiones. Rani (Tannishtha Chatterjee) es una viuda de 32 con un hijo de 17 al que casa a cambio de una importante dote, motivo por el que tiene que hipotecar su casa. Lajjo (Radhika Apte) es una mujer casada, pero sin hijos, golpeada por su marido por ser estéril. Bijli (Surveen Chawla) es una bailarina sensual y prostituta que anhela tener una pareja que la ame, la respete y la rescate de la situación en la que vive. Janaki (Lehar Kahn) es una joven de 15 años que es obligada a casarse con el hijo de Rani, aunque lo único que ella quiere es estudiar y estar con un joven que no pudo pagar la dote que su familia pedía. Todas ellas van afrontándose a las situaciones adversas que les va presentando la vida, a veces con gozo y otras con profundo sufrimiento, pero sin perder la fortaleza que las mantiene en pie.
La película de la directora hindú, Leena Yadav (Teen Patti, 2010), retrata a cuatro mujeres que tienen que vivir con la carga de serlo en un entorno que no les permite desarrollarse a pesar de sus capacidades. El estado civil marca grandes diferencias en su vida: mientras las jóvenes y solteras son un objeto de deseo por el que hay incluso que pagar por tener, las mujeres casadas se mantienen bajo el yugo de sus esposos y ni siquiera se les permite leer, porque “una mujer que lee se convierte en una mala esposa”. El peor de los casos lo tienen las viudas, que sin importar su edad o valía, son olvidadas. La película ha presentado algunas controversias en la India, no sólo por la temática de la cinta, sino porque una de sus actrices, Radhika Apte, protagonizó un escándalo sexual. A pesar de su acelerado crecimiento económico y tecnológico, en la India siguen manteniéndose algunas tradiciones que violan derechos humanos fundamentales, situaciones que aparecen también retratadas en películas como Water (2005), de la directora Deepa Mehta, en la que las viudas son confinadas en una casa y destinadas a vivir en la miseria. Pero dentro de toda esta problemática, el colorido de la película, la música y las expresiones de goce de las mujeres en algunos momentos, hacen recordar que vale la pena seguir adelante. El director de fotografía, Russell Carpenter (Titanic, 2007), hace un excelente trabajo para transmitir la atmósfera de un poblado de Gujarat, uno de los dos estados más industrializados de la India. Los tonos cálidos y brillantes de la cinta son un placer visual al generar interesantes contrastes entre las áridas zonas y los vestuarios llamativos, la iluminación artificial y la decoración de las casas. Algo que resalta mucho también es la manera en la que ciertas costumbres del pasado permanecen vigentes, sobre todo para las mujeres y los ancianos de la aldea (los roles, los vestuarios, las ocupaciones), mientras que los hombres jóvenes tienen la posibilidad de experimentar una vida más contemporánea e incluso vestirse con ropa más occidentalizada, como con jeans o camisas. Pero a pesar del deseo por mantener intacta la dinámica de este pueblo rural, varios elementos hacen que las cosas vayan modificándose: la tecnología (principalmente los celulares y la televisión), la ayuda que Kishan (Sumeet Vyas), un hombre que con una visión más contemporánea defiende a las mujeres y las empodera por medio de la comercialización de sus productos artesanales, y hasta la música que puede escucharse en las carpas de la compañía de danza en la que trabaja Bijli. Cada una de las protagonistas va dándose cuenta que no quiere la vida a la que pareciera estar destinada y busca alternativas para combatir la situación. Y aunque lo que se espera de ellas es que sean resignadas, calladas, obedientes y trabajadoras, las cuatro cambiarán sus vidas, apoyándose unas en otras para poder conseguir la felicidad en un desenlace que puede sentirse demasiado optimista.