Convencido de ser un mercenario dispuesto a luchar por la justicia aniquilando delincuentes, Deadpool (Ryan Reynolds) está listo para tener un bebé con su novia, Vanessa (Morena Baccarin). Sin embargo, el superhéroe tiene otra tarea cuando conoce a Russell (Julian Dennison), un joven mutante que ha sido salvajemente maltratado en un orfanato y que, lleno de ira y enojo, está dispuesto a destruir a todo aquel ser vivo que se cruce en su camino. Al tratar de convencerlo para que no cometa ninguna locura, Deadpool es arrestado por las fuerzas gubernamentales y arrojado en una prisión mutante junto con Russell. Ambos tienen tiempo para conocerse y establecer un vínculo afectivo, pero una amenaza mayor llega en forma de Cable (Josh Brolin), un soldado cibernético que ha viajado desde el futuro para completar una misión especial en la que está involucrado el joven mutante.
Con ingenio cruel y acción furiosa, Deadpool, en 2016, fue una gran sorpresa, tanto en el recibimiento de la crítica como en los números de taquilla, estableciendo un nuevo camino para las extravagancias de las adaptaciones de los cómics, que generalmente permanecen en una burbuja juvenil e infantil. Aquel filme fue astuto, irreverente y refrescantemente absurdo, dando a Ryan Reynolds la oportunidad de mostrar sus dotes de sarcasmo mediante una comedia inexpresiva. No obstante, la fórmula, al repetirse en exceso (más chistes, más acción, más sangre), no funciona con tanta eficacia porque el terreno experimental y audaz de la primera entrega ahora carga con el peso de las expectativas, ejerciendo mucha presión sobre Reynolds y la producción para revivir otra ronda de bromas y decapitaciones. Deadpool 2 (2018) recurre al mismo humor metarreferencial por el que es famoso el superhéroe -incluyendo una serie de burlas a los integrantes de la Liga de la Justicia, o una autoparodia dedicada a los peores papeles de la carrera de Reynolds-, pero mientras que la primera película se sintió como una deconstrucción de los tropos estándar del cine de superhéroes, aquí hay mucho menos de ese toque. Aunque nunca pierde el enfoque en el mensaje que pretende transmitir (la importancia de la familia, relacionada o no con los vínculos sanguíneos), hay una gran cantidad de personajes introducidos -y otros que regresan- que simplemente no tienen suficiente tiempo para dejar una impresión duradera en la audiencia, ni siquiera Cable. El director David Leitch (John Wick, 2014; Atomic Blonde, 2017) hace un buen trabajo ofreciendo secuencias de acción brutales que aprovechan las cualidades cinemáticas de la imagen audiovisual (las rotaciones de las cámaras comienzan a convertirse en un sello estilístico de Leitch), para confeccionar atmósferas agresivas que continuamente llegan al límite del descaro y el absurdo.
Fecha de estreno en México: 18 de mayo, 2018.