Ronit (Rachel Weisz), una fotógrafa británica radicada en Nueva York, debe ponerle fin a su exilio autoimpuesto cuando recibe la noticia -de un remitente desconocido- que su padre (Anton Lesser), un prominente rabino ortodoxo, ha muerto repentinamente de neumonía. Esto provoca un torbellino de emociones y algunos comportamientos impropios antes de regresar a casa a la comunidad judía ortodoxa del norte de Londres que la ha excluido. A juzgar por las expresiones de su llegada, siente que sigue siendo repudiada y que no merece la invitación al funeral. Ella todavía tiene un viejo amigo, aunque un tanto frío y distante, llamado Dovid (Alessandro Nivola), quien, luego de ser el discípulo predilecto del rabino, se perfila para ser el sucesor. Sin embargo, Ronit se lleva una nueva decepción cuando se entera que Dovid está casado con su mejor amiga de la infancia y adolescencia, Esti (Rachel McAdams), quien adopta una actitud de esposa obediente y desdichada que reprime sus deseos para conformarse con una vida matrimonial convencional.
Al igual que en su filme anterior, Una mujer fantástica (2017), Sebastián Lelio continúa explorando el duelo por la pérdida de un ser querido como un derecho humano, el autodescubrimiento, la libertad de elección y lo alienante que puede ser vivir en una sociedad que tiene creencias y estilos de vida muy arraigados. En el núcleo de Desobediencia (Disobedience, 2017) -escrito por Rebecca Lenkiewicz (Ida, 2013) y basado en la novela de Naomi Alderman- hay una relación amorosa y física muy intensa que amenaza con desgarrar la fidelidad y la fe, pero debe señalarse que Lelio no tiene prisa por llegar a ese punto de la historia; el director recurre a un ritmo pausado para establecer la relación de Ronit y Esti, cultivando cuidadosamente sus diferentes personalidades y permitiendo que la rigidez natural y la incertidumbre de una reunión repentina se desarrollen antes de profundizar en su conectividad física y emocional. En su debut en lengua inglesa, el director chileno opta por detenerse en el sufrimiento interno de los tres protagonistas: Ronit intentando comprender el rechazo de la comunidad; Esti adoptando su actitud de esposa obediente y desdichada que reprime sus deseos para conformarse con una vida matrimonial convencional; y Dovid, cuestionando los preceptos filosóficos del libre albedrío. Al plantear las preocupaciones de cada uno de ellos, de manera orgánica, el guion genera una yuxtaposición poética cuando las mujeres desafían las normas de la religión y alteran el orden de la comunidad liberando años de represión sexual y frustración entre sí en una secuencia erótica liberadora que tiene un propósito distinto a la excitación, ya que Lelio logra exponer la agonía de sus personajes. Weisz es desarmadamente testaruda en su papel, asegurando que Ronit sea una fuerza amenazante sin desaprovechar sus momentos de vulnerabilidad; mediante primeros planos, el cinefotógrafo inglés, Danny Cohen (The Danish Girl, 2015), nos mantiene encerrados en la mirada abandonada y desolada de Weisz durante gran parte del camino. Por su parte, Esti es un papel tan desafiante y McAdams alcanza un brío inusual. La forma en que el personaje se transforma (de una especie de autoposesión hacia una articulación de la libertad) descansa en la capacidad de McAdams para escindir los tics obedientes que han anclado al personaje por tanto tiempo, y lo hace con una elegante sutileza. Al principio, sus acciones son habituales: su habla, su modo de andar, la manera en que ajusta su peluca, todo preciso y correcto. Se ha entrenado para aceptar su vida, y hace todo lo posible para mantener la aceptación de la comunidad. Con Ronit, ella ve posibilidades nuevas y peligrosas. Ella las anhela. Sin embargo, hay temerosas dudas y repercusiones que no pueden ser ignoradas, y McAdams muestra hábilmente todos estos conflictos con una moderación virtuosa. La decisión que debe tomar es angustiosa, pero al final, ella se resiste a dejar que la destruya.
Fecha de estreno en México: 29 de junio, 2018.
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