Hace 17 años, la oficial de policía llamada Erin (Nicole Kidman) fue seleccionada para trabajar como infiltrada del FBI, junto con Chris (Sebastian Stan), su compañero. El dúo se unió a una banda criminal encabezada por el temible Silas (Toby Kebbell), quien también es líder de una secta. Hoy, Erin es una alcohólica devastada a nivel físico y psicológico, incapaz de cuidarse a sí misma y mucho menos a su hija adolescente, Shelby (Jade Pettyjohn), que se ha enamorado de un chico que anda en malos pasos. Su paranoia se eleva con la llegada de un mensaje de Silas, quien regresó a Los Ángeles por razones desconocidas, lo que obliga a Erin a confrontarlo nuevamente antes de que él consuma sus planes de venganza. En el camino, Erin es expuesta en una difícil posición donde los dilemas, los secretos y las ocultas razones que solo ella entiende se tambalean, negándose a ser disuadida de un peligroso y violento juego final.
Luego de la desastrosa Æon Flux (2005), la cuestionable Jennifer's Body (2009) y el portentoso thriller The Invitation (2015), la cineasta estadounidense, Karyn Kusama, ofrece su peculiar visión del subgénero policiaco para confeccionar un brutal relato sobre la corrosión del alma en Destrucción (Destroyer, 2018). Hay acción y suspenso, pero Kusama prefiere hacer un elegante, conmovedor y cruel estudio de personaje, sumergiéndose en la psicología dañada de Erin. Y Nicole Kidman se quita todo el glamour que rodea a una de las celebridades más conocidas del planeta para interpretar a una mujer devastada que ha pasado muchos años disolviéndose en la culpa. Una de las primeras imágenes que vemos en la película son los ojos de Erin en un primer plano extremo. Están maltrechos y rojos, pertenecen a una mujer que ya ha visto demasiado. De esta manera -y desde el inicio- Kusama hace una descripción extraordinaria del personaje en una simple toma, y conforme el plano se abre, el resto de la apariencia de Erin corresponde con su rostro deteriorado, que se asemeja al de una momia recientemente liberada de su tumba, en la búsqueda de nuevas víctimas. La transformación de Kidman no es radical para una actriz que vive para ser un camaleón, pero es inquietante su apariencia, su andar, su actuar, así como perturbadoras son las razones que mantienen a Erin apenas atada a la realidad. Erin se embarca en una misión de venganza que juega deliberadamente con las expectativas de la audiencia, mientras que Kusama recurre hábilmente a los flashbacks para comprender mejor la decadencia de la protagonista. Y en este sentido, el guion de Phil Hay (Clash of the Titans, 2010) y Matt Manfredi (Crazy/Beautiful, 2001) teje sutil y eficazmente los dos períodos de tiempo, estudiando a Erin como está ahora, sus accidentes, sus malas decisiones, sus problemas de culpa, y la policía que una vez fue, con sus formas de rostro fresco emparejadas con Chris, entrando al mundo sombrío de Silas, con el líder disfrutando del poder sobre su rebaño, haciendo planes para cobrar una fortuna en un robo a un banco para financiar un estilo de vida más opulento. Silas es un monstruo que obliga a sus seguidores a jugar a la ruleta rusa y los marca con símbolos en el cuerpo, pero Erin y Chris están comprometidos con el trabajo, desarrollando una conexión sexual en el camino. El filme genera misterios duales que el espectador debe seguir con atención, observando a Erin mientras se vuelve a encontrar con los viejos miembros del culto, usando una fuerza contundente para desembrollar las pistas. Kusama evidencia su maestría al crear una circularidad inteligente que mantiene a Destrucción en una especie de intrigante rompecabezas que tiene como clímax un golpe inesperado, manteniendo un ambiente sobrio, pero salpicado de heridas emocionales y desafíos electrizantes.
Fecha de estreno en México: 1 de enero, 2019.