Lalo (Damián Alcázar) fue un roquero con cierto éxito ya varias décadas atrás, pero aunque ahora, a sus más de sesenta, se dedica a cantar covers de éxitos antiroqueros en bodas, nada lo detiene de ser un foreverazo. Mantiene la “mata” larga (que, con un poquito más de suerte lo hubiera acercado más al Buki que a Alex Lora), su gusto por las menores de veinticinco años y su falta de compromiso ante todo lo que hace. Eso explica que cuando se entera de que Bono (frontman de U2) quiere comprar uno de sus éxitos de antaño, “Cheve en la fiesta”, esto sea empujón suficiente para pulir diferencias del pasado y rearmar el grupo que le dio sus inolvidables glorias, Los Ángeles de Acero.

Eddie Reynolds y los Ángeles de Acero, del mexicano Gustavo Moheno (Hasta el viento tiene miedo, 2007), es una comedia que daba para sátira. No es solo porque iniciar un filme con un doble de Bono en pantalla siente el tono ideal para burlarse descomunalmente de las “leyendas del rock”, o porque tres de los cuatro integrantes de la banda hayan traicionado el código de honor de cualquier roquero de antaño (como, ejem, no saber nada de rock), o porque a Alcázar le quede mejor cantar “El venado” en una boda que subirse a un escenario masivo con su éxito (nada roquero) donde aunque la mayor parte del tiempo no sabe qué hacer, el público reacciona como si estuviera viendo a un sex symbol. La película daba para una burla descarnada porque la escena del rock mexicana está lo suficientemente fracturada como para haber sacado a resaltar con bromas ácidas su pedantería injustificada, la baja calidad de la mayor parte de su música, su corrupción y compadrazgos, lo fácil que algunos grupos que apenas comienzan a producir música de relevancia se ponen a la venta (aunque mucho de esto no es exclusivo de nacionalidades). Pero no por eso Eddie Reynolds... es un filme que se queda corto frente a sus propias ambiciones. Está el mal tempo para las bromas, los desnudos y las peladeces injustificadas. Eddie Reynolds… transcurre con una candidez insostenible para el tema que aborda, como si los personajes caricaturescos fueran más fuente de verdadera inspiración y ejemplo, que de risas. Y además lo hace dentro de una fórmula mil veces vista en producciones hollywoodenses pero que –como el rock– (¿casi?) nadie ha logrado hacer que funcione cuando se adapta con calzador a las especificidades de México.

Fecha de estreno en México: 27 de agosto, 2015