Rita (Inés De Tavira), Lauro (Juan Pablo Campa) y Agus (Juan Ugarte) conforman una agrupación de música punk llamada Da Feels. Aunque son files a sus “santos patronos” como Sex Pistols, The Ramones y The Clash, Rita y Agus saben que la banda necesita evolucionar. De esta manera le proponen a Lauro hacer una serie de audiciones para encontrar un tecladista que sea capaz incorporar nuevos elementos para sonar distinto. Aunque la idea no lo convence, Lauro acepta y descubre en Pepe (Paco de la Fuente), un joven con síndrome de Down, a un virtuoso del instrumento que rápidamente es integrado a la banda no sin antes apodarlo “El alien”. Después de unas pocas presentaciones en vivo y cuando Don Gramófono (Carlos Aragón), un respetado productor y representante musical, les advierte que “el punk ha muerto”, los Da Feels, muy a su pesar (pero convencidos mediante la promesa de buen dinero), incursionan en la ‘tecnoanarcumbia’ y deciden cambiarse el nombre para presentarse ante su público como Los Puercos Pastel. De esta manera comienza el camino hacia la cima, la fama y la fortuna, donde los excesos, las envidias y las luchas de egos amenazan con destruirlos.
Al recurrir a un joven con síndrome de Down como anclaje de El alien y yo (2016), Jesús Magaña Vázquez (Abolición de la propiedad, 2012; Alicia en el país de María, 2014) corría el riesgo de confeccionar un melodrama manipulador para provocar lágrimas en el espectador a partir de la lástima y la compasión. Sin embargo, el director mexicano descifra muy bien cada una de las situaciones para no caer en el sentimentalismo, la victimización o la burla del personaje de Pepe, y tampoco busca dar una lección piadosa sobre cómo debe comportarse el ser humano; sí elabora, no obstante, un oportuno y bienintencionado mensaje sobre la inclusión social. Destaca la actuación de Inés De Tavira, cuyo personaje es el de una joven desertora de la universidad que se da cuenta de los malos pasos de los demás e interviene para evitar escándalos mayores, pero que vive en una ola de confusión personal. Rita funciona como intermediario entre el espectador y la ficción, ya que excesivamente se recurre a la ruptura de la cuarta pared para dirigirse a quien está del otro lado de la pantalla. Por su parte, el rendimiento actoral de Paco de la Fuente resulta un tanto superficial porque no manifiesta los matices necesarios para expresar alegría, tristeza, miedo o felicidad, salvo en las secuencias musicales donde su despliegue físico posee una mezcla de ternura y energía para mostrar con gran deleite que el escenario y la música son lo suyo. Considerando que el filme se inspira en El alien agropecuario, cuento escrito por Carlos Velázquez, los guionistas –el propio director junto con Fernando del Razo (González, 2014) y Emiliano Flores Burillo– resuelven puntualmente el tema de la ubicación geográfica (trasladando el relato del norte al centro del país) para eliminar algunas de las vicisitudes más peligrosas (por ejemplo, el intento de linchamiento en el ejido de Durango) que se narran en el relato original y darle un ritmo semi-rápido que siempre está muy bien acompañado de la música. Sin embargo, en el trayecto de las páginas a la pantalla se diluye el humor corrosivo e irreverente que Velázquez le impregna a sus obras. En este sentido, la película nunca se atreve a replicar ese humor negro del escritor coahuilense, pero tampoco sabe si aproximarse a la comedia con tintes románticos o al drama sobre las complicaciones que existen al interior de las bandas de rock. En ese vaivén de géneros y tonos, El alien y yo termina siendo más próximo a películas sobre personas sencillas que le enseñan a los demás a no complicarse la existencia y disfrutar de la vida, tal como sucede en Rain Man (Dir. Barry Levinson, 1988) y El octavo día (Dir. Jaco Van Dormael, 1996).
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Fecha de estreno en México: 30 de septiembre, 2016.