Tras mudarse a una casa rural cerca de un pequeño pueblo para darle un nuevo giro a su vida, Sarah (Seana Kerslake) está atenta a las necesidades de su pequeño hijo, Chris (James Quinn Markey), preocupándose constantemente por la capacidad del pequeño para adaptarse a su nuevo entorno. Disfrutando de una relación estrecha, Sarah y Chris se sorprenden cuando casi atropellan a Noreen (Kati Outinen), una anciana que se acerca a ellos para señalar que Chris no es quien parece ser. Ignorando las palabras del viejo, Sarah continúa con sus planes que incluyen la remodelación de la casa y la convivencia con su hijo. Sin embargo, los comportamientos extraños comienzan a surgir en Chris, llevando a Sarah a una situación de preocupación y angustia, mientras busca el origen de los problemas de su hijo.
El bosque maldito (The Hole in the Ground, 2019) retoma la idea del niño que se convierte en un ser malévolo por culpa de una fuerza sobrenatural del exterior -que se ha explorado constantemente en el cine de terror como en The Omen (1976), Children of the Corn (1984) e incluso más recientemente The Prodigy (2019), estrenada hace un par de semanas en México-. A pesar de la fórmula, el director debutante Lee Cronin ofrece una colección de atmósferas perturbadoras que ayudan a establecer el tono de la primera mitad de la película. Después de algunos minutos vemos a Chris actuando de una manera extraña y distante que recuerda a los niños retorcidos en The Innocents (1961); Markey se convierte en un niño muy espeluznante, devorando espaguetis como un animal y modulando su desempeño con solo unas pocas muecas, asegurándose de que la audiencia nunca esté segura de si lo que está sucediendo es el resultado de un cambio genuino de su parte, o simplemente el mayor aislamiento de su madre. El desempeño de Seana Kerslake es sumamente crudo y en capas; la figura de la madre afligida es verosímil en casi todos los cuadros. Ella siempre parece estar al límite y aterrorizada; y la actriz lo transmite, más que con diálogos o llantos, con expresiones faciales y mesura, nunca cayendo en exageraciones ni desahogos melodramáticos. Sin embargo, hacia el segundo tramo del relato, hay demasiadas cosas en marcha y no hay suficiente explicación sobre cómo se relacionan entre sí. La tesis central de la película, que cuestiona la idea de que nadie conoce a un niño mejor que sus padres, se encuentra rápidamente enterrada debajo de los tropos de terror -puertas de bodega que crujen y paredes que gimen- y brotes visuales y sonoros que nunca funcionan. Incluso la banda sonora de Stephen McKeon, que hace sentir su presencia a través de explosiones poco ortodoxas, se siente como si estuviera acompañando otro tipo de relato.
Fecha de estreno en México: 15 de marzo, 2019.