Was ist morgen? Morgen ist Werther...
(¿Qué es el mañana? Mañana es Werther) –
Johann Wolfgang von Goethe (Las desventuras del joven Werther).
Rodada en 16mm, El brillo de los días del dúo austriaco Tizza Covi y Ranier Frimmel, directores de la exitosa La Pivellina (2009), narra la historia del joven y prolífico actor Phillip Hochmair, artista que ha logrado destacar en los grandes teatros de Viena y Hamburgo y a quien, el paso de su tiempo lo encapsula en un mundo de libretos de teatro, ensayos y funciones, que paulatinamente lo aíslan de la realidad. El encuentro con su tío, Walter (Walter Saabel), un exartista de circo –que aparecía con el mismo papel en La Pivellina– le hace recordar que la vida existe fuera de los escenarios mientras que, paralelamente, las dificultades de uno de sus vecinos, un emigrante de Moldova, lleva la cinta a un final arriesgado cuya brusquedad es apenas insinuada.
La modesta narración cinematográfica de El brillo de los días permite el encuentro de dos mundos: la artificialidad del universo del actor, Philip, que se hunde en sus libretos en lugar de permanecer en la realidad, y el genuino proceder de su tío, Walter, un excirquero que lo intenta anclar a la vida real, fuera de su ámbito. El hecho de que el motor de El brillo de los días recaiga sobre la interpretación que de sí mismos elaboran ambos protagonistas, –por un lado, Phillip, siendo un actor de profesión, debe reducir, los papeles que interpreta debido a su oficio, a su verdadero yo, y Walter, al ser un no actor, aportar su auténtica personalidad al “personaje” que encarna en la cinta– encierra y reafirma el metalenguaje narrativo (y formal) del filme: no todo lo que está sobre el escenario, frente al telón o dentro de la carpa de un circo, es falso, ni todo lo que se presenta en la vida como real lo es. Al igual que en La Pivellina en El brillo de los días, el trabajo de Covi y Frimmel proporciona formalmente una pintura naturalista, donde el carácter documental –sus actores como un paisaje– y la ficción –el guión, su propia pintura– se dan la mano, sin que el resultado sea totalmente postizo. En todo caso, la quimera fruto del juego que se da entre el escenario y la vida misma se despliega, al igual que los múltiples gestos en las imágenes que Phillip y Walter se toman en una cabina de fotografías instantáneas, en los diferentes rostros de los que nosotros, espectadores y actores de nuestras emociones, nos apropiamos día a día.
JAR (@franzkie_)
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