El padre ausente es un tema reiterado en la cinematografía mundial, desde Truffaut con El pequeño salvaje (1969), hasta la adaptación de la obra de Shakespeare, Hamlet a una versión animada, en El rey león (1994). A partir de esta primicia los hermanos Jean Pierre y Luc Dardenne (Rosetta, 1999) nos presentan El chico de la bicicleta (2010), cinta que narra la vida de Cyril (Thomas Doret), un niño de once años de edad, huérfano de madre y abandonado por su padre en un orfanato con la promesa de volver algún día para comenzar una vida juntos. La ilusión detrás de formar un hogar al lado de su padre, encarnado por el actor belga Jérémier Renier (Elefante blanco, 2010), lleva a Cyril a escapar del orfanato para buscar su bicicleta en su antiguo departamento y tomar la iniciativa de encontrar a su padre. La huida hará que Ciryl conozca a Samantha (Cécile de France). Ambos personajes entablan una relación marcada por la compasión de ella y el inicial rechazo del niño.
Los belgas son conocidos por sus largos planos secuencias y por la crudeza y exquisita poética de sus largometrajes, El chico de la bicicleta es fiel a esta forma y, además, incorpora un decisivo uso de la música incidental. El inicio del adagio del Concierto para Piano No. 5 de Beethoven funciona como detonador de los momentos cruciales de la cinta, así como de los créditos finales. La esencia de la película de los Dardenne se halla en una de sus temáticas recurrentes: la relación padre e hijo (El niño, 2005), pero también en la cuota de esperanza que viaja con Cyril y su bicicleta por las calles de Francia.
JAR (@franzkie_)