La famosa historia sobre la familia de secuestradores y asesinos argentinos, los Puccio, es llevada al cine por el diestro Pablo Trapero (Elefante blanco, 2012), quien se interesa por hilvanar la superficie de la familia normal bajo la que estos criminales vivían, en un ambiente de aparente paz, armonía y solidaridad, y hacer un comentario no falto de sarcasmo sobre la sociedad bonaerense de principios de los ochenta, durante la decadencia de la dictadura Galtieri, cuando era común que la gente desapareciera y los crímenes quedaran impunes. Evidentemente había una liga estrecha entre gobierno y criminales que el director no tarda en señalar con toques de humor negro, que es el único que permiten estos casos de corrupción inhumana.
No hay que rascar demasiado a esa capa de normalidad doméstica que con tanto cuidado establece Trapero para que las grietas muestren atisbos de la podredumbre que crece con la ambición y la maldad en la familia Puccio, encabezada por el padre, Arquímedes (interpretado con un cinismo profundamente enraizado por el conocido comediante, Guillermo Francella), quien manteniene a su esposa y a sus hijos también en una especie de secuestro psicológico en el que gozan de abundancia y comodidad como resultado de los rescates que pagan los familiares de las víctimas, a cambio de ser victimarios o, al menos, cómplices pasivos. Esta ambivalencia producto de llevar una buena vida a cambio de una mala vida es explorada sobre todo a través de la relación que el padre mantiene con el hijo Alex (Peter Lanzani), un jugador de rugby del equipo nacional que tiene el estatus de una celebridad local, y quien resiente y, a la vez, es adicto a la autoridad sofocante de Arquímedes. Entre estos dos puntos de vista (uno culposo, abusado, domesticado y cobarde, el del hijo, y el otro sociópata y dominante, el del padre), con la situación sociopolítica argentina de entonces como telón de fondo y un soundtrack de primera que constantemente resalta lo absurdo de la puesta en escena de los Puccio, se desarrolla un thriller de fórmula con un final tan adecuadamente ridículo que la ficción jamás se hubiera atrevido a imaginar.
Fecha de estreno en México: diciembre 17, 2015.