Las películas sobre la adolescencia son un género clásico del que han emergido una buena cantidad de trabajos de diversas calidades. A las mejores, se les reconoce por su capacidad para recordarle al espectador adulto momentos, experiencias y actitudes que creía olvidadas. Historias genuinas acerca de la supervivencia, las preocupaciones juveniles y los férreos vínculos de amistad, se inscriben Stand by Me (Rob Reiner, 1986), La sociedad de los poetas muertos (Peter Weir, 1989) o Submarine (Richard Ayoade, 2010). Las menos logradas son cintas dispersas y autocomplacientes: The Breakfast Club (John Hughes, 1985), American Pie (Chris Weitz, Paul Weitz, 1999) o Las ventajas de ser invisible (Stephen Chbosky, 2012). A ellas se puede sumar, más en la vena de la última, El club de los incomprendidos (2014) del realizador gallego Carlos Sedes (Hispania, la leyenda, 2010), basada en el libro ¡Buenos días, princesa! (2012) del escritor español, Blue Jeans. El director se sirve de elementos que están presentes en estas tres películas (y en muchas otras) —primer amor y adolescentes problemáticos–, y los lleva a su terreno para contar el romance de los jóvenes protagonistas: Charlotte Vega y Alex Maruny. La heroína del filme es una joven rubia de 16 años llamada Valeria (Vega), recién llegada a Madrid, a causa de la separación de sus progenitores. En su nuevo instituto, Valeria, de carácter volátil, tiene un enfrentamiento con una de sus compañeras; como castigo es obligada a asistir a una reunión semanal de adolescentes con problemas de conducta. Ella y seis jóvenes que responden a varios estereotipos clásicos: el atleta y guapo (Maruny), el aplicado y buleado (Jorge Clemente), la gótica (Michelle Calvó), la deportista y puritana (Andrea Trepat), y la rara, (Ivana Baquero), conforman el variopinto grupo. Al principio de la película, cada uno de ellos se comporta tal y como nos lo esperamos según su rol: el atleta, pedante, el aplicado, tímido, la gótica, huraña y femme fatale, la princesa (Vega), pusilánime, la puritana, temerosa, la rara, solitaria, pero, poco a poco, a medida que se van conociendo, veremos que tales papeles determinados por el entorno escolar no son más que una máscara de supervivencia bajo la que se esconden inseguridades, confusiones, traumas... descubriendo —en menos de diez minutos– que tan dispares personajes tienen mucho más en común de lo que sospecharon a primera vista, convirtiéndose de ese modo en íntimos amigos bautizándose a sí mismos como El club de los incomprendidos.
Si bien la película de Sedes busca retratar a las juventudes representando al amor y la aceptación como las grandes problemáticas adolescentes a través de los conflictos de este grupo de camaradas, la empresa falla, porque su retrato no ahonda en la geografía anímica del adolescente en los clásicos conflictos que siguen persiguiendo a los miembros de cada nueva generación: la obsesión por la aceptación, por ser a la vez agradables, fuertes, independientes, guapos, admirados y también temidos; ni en los conflictos que plantea: la rebeldía, el entusiasmo del primer amor, el desengaño, la amistad, la amargura y la reconciliación. Hay también un abuso de los personajes estereotipados —con actores de 20 años interpretando a muchachos de entre 15 y 17 años, que agotan al espectador, distrayéndolo de un final satisfactorio y hasta inesperado.
VSM (@SofiaSanmarin)
Fecha de estreno en México: mayo 29, 2015.