En un suburbio italiano áspero y degradado vive Marcello (Marcello Fonte), un hombre tranquilo, manso y frágil que pasa sus días entre el trabajo en su modesto salón de peluquería canina, el amor por su cariñosa y tierna hija Alida (Alida Baldari Calabria) y una relación ambigua de sujeción y dependencia con Simoncino (Edoardo Pesce), un exboxeador adicto a la cocaína que aterroriza al vecindario. El incomparable tamaño físico de los dos hombres coloca a Simone en total supremacía sobre Marcello; si bien es cierto que el exboxeador le brinda protección al peluquero, el desequilibrio físico y de conducta que existe entre ambos conduce a favores que ponen en peligro a Marcello, al grado de fungir como cómplice y asistente durante sus actos criminales. El hombre frágil se ve obligado a pasar un año en prisión en lugar del ladrón y este gesto no es bien visto por la comunidad por lo que, a su regreso, Marcello se encuentra solo, despreciado por la comunidad y por el propio Simoncino que siempre lo ha manipulado.
Desde el principio del relato, al director romano Matteo Garrone le bastan tres pincelazos para que conozcamos a Marcello como un hombre que sabe relacionarse mejor con los perros que con los humanos. A partir de ese punto, Dogman (2018) investiga la incapacidad del protagonista para salir de la mansedumbre y su obstinada resignación al sufrimiento y el abuso. Lo único que parece interesarle es dosificar el amor hacia su hija y los perros que recibe en su negocio. No obstante, contundente es cómo el hombre manso finalmente comienza a mostrar impaciencia por lo que sucede cuando reconoce que nadie alrededor lo valora y ama en este contexto violento y degradado plagado de palizas, venganzas y tiroteos. Aunque rodado en el municipio de Castel Volturno, Garrone crea una realidad que no es precisamente identificable, el barrio donde se desarrolla la acción se asemeja también a los desolados escenarios napolitanos de Gomorra (2008) -donde rige la ley del más fuerte y el resto de la comunidad prefiere callar como estrategia de supervivencia- o el microcosmos desprovisto de esperanza en L'imbalsamatore (2002) -donde la Camorra marca el ritmo de los vivos, pero también de los muertos-. De cualquier modo, el escenario recuerda de forma cinematográfica muy clara el western: palacios junto al mar, calles polvorientas, una plaza dominada por restaurantes, bares, tiendas, sala de juegos, edificios derruidos; se trata de un pequeño universo degradado, que raya en la miseria, donde la vida toma los poquísimos caminos obligatorios, donde hasta el cielo siempre tiene un color plomizo. Angustiado por no caer en la misma brutalidad de la que protege a su hija, el protagonista espera la redención cuando la agresividad de Simoncio adquiere tintes bestiales y animales porque es el momento exacto en el que podrá domarlo y controlarlo en un clímax emocional, brutal e intenso. La escena final, bellamente enmarcada por el director de fotografía Nicolai Brüel -quien resalta la desolación a partir del contraste de los colores cálidos con el verde y el azul oscuro- muestra la inocencia arrebatada al protagonista que ahora deberá luchar contra sus propios demonios. En última instancia, Dogman es una obra que ahonda en la intimidad y la arrogancia humana de las personas; Garrone nos muestra hasta dónde puede llegar el alma humana después de haber sufrido actos de violencia psicológica, y qué acciones pueden sobrevenir para que esto nunca vuelva a suceder.
Fecha de estreno en México: 27 de mayo, 2021.
Consulta salas y horarios en: Cinépolis, Cineteca Nacional, Cine Tonalá