Veniamin (Pyotr Skvortsov) pasa la mayor parte de su tiempo libre en su casa, en su habitación, con la puerta cerrada. No es inusual para un adolescente. Lo que es inusual es lo que está haciendo allí. Arrancando todos los muebles y las decoraciones, el joven deja la habitación austera, limpia y pulcra sin distracciones visuales ni materiales. De esta manera comienza su rebelión adolescente; primero contra su madre soltera (Yuliya Aug), una mujer agotada perpetuamente que trabaja en tres empleos y que claramente lo ama, pero no tiene ni idea de qué hacer con un hijo que se ha vuelto prácticamente un extraño. Luego, contra las autoridades escolares; en cada clase, en cada receso y en cada momento, Veniamin lanza sus protestas basándose en motivos religiosos fundamentalistas, y cita la Biblia, el capítulo y el versículo, para probar sus puntos (referencias exactas, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento). Sin embargo, su recorrido se ve obstaculizado por Elena (Viktoriya Isakova), la progresista profesora de biología que ve la terquedad del joven como una especie de grito de ayuda e inicialmente intenta acercarse a él con simpatía. El estudiante y la profesora mantienen una guerra ideológica, pero la violencia del primero lo conduce hacia el dogmatismo y la negación del diálogo. Cuando Veniamin se acerca a su compañero de clase Grisha (Aleksandr Gorchin), que tiene una pierna más larga que la otra (Cristo, se nos recuerda, buscó a los lisiados y los marginados), tiene la oportunidad de demostrar la caridad y el amor descritos en las Sagradas Escrituras, pero los rituales de fe amenazan con una desilusión dolorosa.
En Martyr, la obra teatral que sirvió como fuente de inspiración de El discípulo (2016), el dramaturgo alemán, Marius von Mayenburg, sacudió a las audiencias europeas mediante un notable cuestionamiento: ¿qué pasaría si los extremistas cristianos siguieran sus creencias con un fervor que siempre hemos asociado más con el islam? Esta estrategia es recuperada por Kirill Serebrennikov para trasladarlo al contexto de la Rusia contemporánea, específicamente en el marco de la religión ortodoxa, y otorgarle un fuerte acento a un tema -la relación entre el estado y la iglesia, y las dinámicas de las ideologías oficiales concurrentes- que se ha vuelto particularmente agudo en aquel país europeo durante los primeros años de este siglo. El filme tiene una estructura que se asemeja a una fábula en su simplicidad repetitiva. Veniamin hace algo por lo que debe ser reprendido (ya sea sumergirse en la piscina completamente vestido, o desnudarse en su clase de biología), luego respalda su acción con citas bíblicas y culpa a su profesora progresista; situaciones que conducen al joven a ser cada vez más adorado y Elena cada vez más vilipendiada. Esta progresión narrativa posibilita que las conductas del protagonista se sientan tan consistentemente ominosas; la estructura está tan arraigada en la cotidianidad que sabemos que algo realmente malo se aproxima. Este presentimiento es reforzado por las siniestras piezas musicales de Ilya Demustky. El discípulo -cuyo título original (M)uchenik es la combinación de los términos rusos “muchenik”, que significa mártir, y “uchenik” que significa estudiante- es una película empecinada en evidenciar su miedo al terrorismo que puede desprenderse del violento fervor religioso, incluso las citas bíblicas no sólo son leídas por el protagonista, sino que también son mostradas en pantalla mediante superposiciones de texto sobre las imágenes. En su tesis, Serebrennikov pretende demostrar que la Biblia contendría las semillas de la violencia y que refugiarse en la religión puede ser una herramienta peligrosa al colocar a Veniamin como un representante del oscurantismo. En última instancia, el filme es una versión condenatoria del régimen religioso ultraconservador de Vladimir Putin, principalmente cuando en 2014 aprobó la ‘ley de propaganda gay’, que prohíbe a los medios o figuras públicas presentar la homosexualidad como “normal”. Los efectos de esta espantosa ley reciben un rostro humano en Grisha, un autodescrito “discípulo” de Veniamin. Grisha es un niño dulce, que es intimidado por su cojera. Cuando Veniamin lo toma bajo su ala, Grisha al principio solo está emocionado de haber encontrado un amigo, pero pronto sus sentimientos comienzan a desarrollarse en algo más profundo. Es obvio para todos, tanto los personajes en la pantalla como la audiencia, que Grisha está enamorado de su guía espiritual. Obvio para todos, es decir, excepto para el propio Veniamin, que disfruta de la presencia constante de un acólito adorador, mientras permanece completamente inconsciente de la sexualidad de Grisha. El espectro de lo que Veniamin hará cuando descubra los verdaderos sentimientos de Grisha se cierne de manera letal y punzante.
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Fecha de estreno en México: 26 de julio, 2018.