Con una variante de la pesadilla del hombre desnudo ante su amenazante público inicia El discurso del rey: Bertie, el Duque de York (Firth), tiene que leer ante una concurrencia inquisitiva un discurso de su padre enfermo, el Rey de Inglaterra (Gambon). Su tartamudeo desespera a su audiencia y, como en el terrible sueño, termina humillado. La inminente muerte de su padre, la personalidad desenfadada y caprichosa del heredero del trono, David, su hermano mayor (Pearce), y la entrada a una era en la que los medios son decisivos para la edificación de una persona pública, hacen impostergable el tratamiento de su habla a cargo del especialista Lionel Logue (Rush). A pesar de la insistencia del noble de mantener la terapia en el plano físico, poco a poco se adentra en sus recovecos psicológicos.
Hooper, que desde los doce años reconocía en el cine su vocación, dedicó esta película a su abuelo, que murió en la Segunda Guerra Mundial, telón de fondo del filme. El guionista, también tartamudo, David Seidler de niño escuchaba al Duque en el radio y se convirtió en su héroe personal.
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