por Jesús Magaña
Goreng (Iván Massagué) ha entrado de manera voluntaria al Hoyo, un especie de prisión en donde cada celda es un nivel con dos integrantes; una vez al día una plataforma flotante llena de comida baja por todos los pisos a través de un infinito hoyo que los atraviesa. Cada mes los reos cambian de nivel, pueden ascender o descender hasta donde ya no llegue la comida. Trimagasi (Zorion Eguileor), el primer compañero de celda Goreng, resume en una frase a los habitantes del Hoyo: “Hay tres clases de personas: los de arriba, los de abajo y los que caen”. Pero Goreng es un idealista y todo lo que sucede en este universo le parece injusto. Su segunda compañera, Imoguiri (Antonia San Juan, la extraordinaria Sagrado de Todo sobre mi madre), le plantea que si en cada nivel los presos tomaran sólo lo necesario en una ración de comida, el alimento podría llegar a todos los estratos.
La distópica ópera prima de Galder Gaztelu-Urrutia es, conceptualmente, inteligente. El apocalíptico y teatral microcosmos de ciencia ficción fue creado por los guionistas David Desola (Almacenados de Jack Zaga) y Pedro Rivero (guionista de la animada Psiconauta, los niños olvidados). El monótono y minimalista diseño de producción de Azegiñe Urigoitia, es el funcional escenario de la hiperviolenta apuesta de escenas. Seguramente mucho de lo escénico en la película tendrá que ver con los orígenes en la dramaturgia del propio Desola. Inclusive algo de la teatralidad se siente en la actuación de Iván Massagué, que por momentos se excede en la estridencia, si bien ese detalle no sea responsabilidad de los diálogos. El score de Aránzazu Calleja consigue ser un componente esencial en el ritmo, tono y atmosfera de la película. El subtexto es un aparente discurso progresista, crítico de la desesperanzada naturaleza humana y la sociedad contemporánea, que queda de manifiesto en diálogos como éste:
- No le hable a los de abajo…
- ¿Por qué?-
- Porque son de abajo -
O frases como: “No se puede cagar hacia arriba”, “Bajar para subir”, “convencer antes de subir y, si no, palo” y “lo importante es el mensaje”, ejemplifican una pretendida crítica social de la cinta. Pero si como espectador la postura política de la película podría parecer que se queda corta, El Hoyo pude ser apreciada desde la perspectiva de una compleja ciencia ficción, con un elemental fin para sus personajes: sobrevivir. Y es ahí donde la idea de la supervivencia encaja con la solidaridad espontánea que espera y plantea el personaje de Imoguiri; para que el subtexto de la historia no se despegue nunca de su contexto. Encima, y afortunadamente para la película, la mayoría de sus espectadores la descubrirán en este periodo histórico de la pandemia actual como una obra-entretenimiento ideal (o no) para esta época de confinamiento; quizá incluso para la reflexión. Una película destinada, eso sí, a ser un percepto.
Fecha de estreno: 20 de marzo, 2020. Disponible en Netflix