El relato comienza con un efusivo mitin político donde se ve a la gran población cristiana de Líbano celebrando la prominencia nacional de su partido como una fuerza gobernante. Uno de los miembros más vigorosos de la audiencia resulta ser Tony (Adel Karam), un hombre que al principio parece estar sobreviviendo en el turbulento entorno urbano de Beirut, donde trabaja como mecánico y se preocupa por su esposa embarazada, Shirine (Rita Hayek). Una mañana, Tony riega algunas plantas en su balcón y una tubería de desagüe ilegal arroja una considerable cantidad de agua sucia hacia la calle, mojando a Abdallah (Kamel El Basha), un refugiado palestino que, debido a su responsabilidad y compromiso, se ha ganado la confianza del jefe para ser el capataz de una serie de obras para remodelar el vecindario. Inmediatamente después, Abdallah decide visitar a Tony para arreglar la tubería. Sin embargo, al recibir un trato indiferente y descortés, el palestino reacciona lanzándole un insulto verbal al hombre cristiano. Este acontecimiento desencadena una serie de consecuencias inesperadas, incluyendo un largo proceso legal que rápidamente tiene los reflectores de todo un país.
El insulto (The Insult, 2017), filme dirigido por el cineasta libanés, Ziad Doueiri (El atentado, 2012), es una historia sobre los interminables conflictos, pasados y presentes, en Líbano. Partiendo de una simple parábola de estilo neorrealista y de la cual un Asghar Farhadi podría haber dibujado otra de sus obras maestras, el director busca estructurar un fresco complejo que sea histórico-político y, a la vez, humano. Su estilo de dirección, visualmente elaborado (hay muchos movimientos de cámara fluidos), trabaja en favor de construir un escenario en capas para presenciar cómo un argumento mezquino, a nivel de la calle, se convierte en insultos y agresión física, y luego se transforma en un drama judicial a medida que el caso afecta a la nación e incita a la violencia. Toni y Yasser son, en apariencia, dos personas muy diferentes entre sí, pero tienen algo en común, algo que es mucho más voluminoso que la soberbia o los arranques de ira y enojo: el dolor. Acostumbrados desde la infancia a vivir con la guerra y con un futuro oscuro e incierto, pronto aprendieron a temer al otro y a mirarlo con suspicacia. En los años, las batallas se han sucedido y los líderes dictadores de ambas facciones han asesinado a pobres inocentes, escondiéndose detrás de las buenas intenciones y los propósitos religiosos. El dolor se convirtió en ira y esto a su vez en odio; un odio que, como un río inundado, desborda todo lo que encuentra en su camino. Y así, un simple canal ha desatado una serie de reacciones en cadena que llevan a los protagonistas de una discusión cotidiana al centro de una guerra mediática. En poco tiempo, la disputa entre dos hombres se convierte en una lucha entre esposas y maridos, padres e hijas, sectores religiosos, abogados inescrupulosos y partidos políticos. Después de un comienzo sosegado, El insulto adquiere un ritmo sostenido que, gracias a los numerosos giros durante el proceso, logra mantener vivo el interés del espectador. Los temas cubiertos son realmente muchos; se habla de odio e intolerancia entre pueblos que comparten la misma tierra y la inquietante relación entre política y religión. Durante el trayecto -completamente a merced de los abogados y el circo que montan los medios de comunicación-, los protagonistas se ven obligados a compartir momentos privados y tormentosos de su pasado no como una justificación de sus actos, sino como una explicación de la imposibilidad de huir de un bucle de venganza. De hecho, la discusión ya no se trata de decidir quién tiene la razón y quién está equivocado, sino de aclarar de una vez por todas qué es o no aceptable hacer en nombre de las propias convicciones. ¿Es correcto ofender a otra persona solo porque es diferente o golpearlo por una ofensa recibida? Cuando uno se cae y se lastima una rodilla, a veces un pequeño vendaje es suficiente para volver a caminar, mientras que un orgullo herido es mucho más difícil de sanar. Sin embargo, además de su pretensión de lanzar un discurso moral edificante, El insulto cae en una serie de repeticiones al hablar sobre las implicaciones del bien y el mal, escondiéndose en una narrativa que nunca va a amplificar más allá de un problema evidente. Doueiri nunca cuestiona la buena fe burguesa de una de las principales abogadas involucradas en el caso, y por lo tanto, tampoco la del espectador; el director prefiere empaquetar las lecciones de moral e historia para complacernos, enjuagando nuestras conciencias y haciéndonos sentir comprometidos y aliviados.
Fecha de estreno en México: 31 de agosto, 2018.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional