A la tierna edad de 13 años, Theo (Oakes Fegley) es testigo de la muerte de su madre durante un atentado terrorista con bomba en el Museo Metropolitano de Nueva York. La vida de Theo da un giro radical; primero viviendo con su protectora Samantha (Nicole Kidman) y luego con su problemático padre, Larry (Luke Wilson), quien vive en las afueras de Las Vegas con su novia Xandra (Sarah Paulson). Mientras Larry explora su adicción al juego, Theo se hace amigo de Boris (Finn Wolfhard), un joven ucraniano que comparte el mismo interés en las distracciones químicas. Años más tarde, Theo (Ansel Elgort) emerge como un joven prometedor en Nueva York, trabajando como vendedor de antigüedades con su compañero Hobie (Jeffery Wright), quien lo ayudó cuando era un adolescente perdido. Atrapado en una mentira costosa con el intrigante coleccionista de arte Lucius (Denis O'Hare), el mundo de Theo amenaza con colapsar, navegando por sus problemas con el uso constante de drogas y el contacto con “El jilguero”, una valiosa pintura del artista Carel Fabritius, que tomó de los escombros del museo hace años durante el atentado, incapaz de seguir manteniendo su existencia en secreto.

Adaptar The Goldfinch de Donna Tartt no es tarea fácil. La novela ganadora del Premio Pulitzer, publicada en 2013, abarca casi 800 páginas, ya que sigue de forma detallada y pausada la vida y los tiempos difíciles de del protagonista, Theo Decker. Pero el desafío va mucho más allá de la longitud; El jilguero (The Goldfinch, 2019) se ocupa de las coincidencias cósmicas y los giros dramáticos del destino al examinar la pérdida, el trauma, la culpa, la supervivencia, el amor y cómo la fragilidad de la existencia humana le da sentido al arte. Ciertamente hay algo admirable en El jilguero -dirigido por John Crowley (Brooklyn, 2015) y escrito por Peter Straughan (Tinker Tailor Soldier Spy, 2011)- y su narración meticulosamente orientada a los detalles, incluso si sus grandes cambios e intentos de agrupar gran parte del libro original de Tartt en un paquete más conciso se tambalean constantemente. Las imágenes de la película son igualmente densas en textura y tonos, pero mucho más coherentes en su construcción gracias al trabajo del legendario director de fotografía Roger Deakins (Blade Runner 2049, 2017). El filme hace recordar constantemente los trabajos anteriores de Deakins, específicamente su uso de la oscuridad y la luz hace pensar en los claroscuros de Sicario, y por lo demás no tiene problemas en la forma en que fusiona los inquietantes recuerdos de Theo hasta el día del bombardeo del museo con su sublime visión fría de Nueva York y la soledad de Las Vegas, incluso, si los diálogos o la voz en off no fueran recursos tan insistentes e invasivos, varios tramos prolongados podrían funcionar como una película silente.

Fecha de estreno en México: 27 de septiembre, 2019.

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