En una ciudad de Bélgica, Ahmed (Idir Ben Addi), de 13 años e hijo de migrantes muslmanes, establece una radical distancia con su maestra de matemáticas, a quien no le da la mano cuando ella lo despide del salón. Con prisa e intensidad, el adolescente busca encontrarse nuevamente con el imán extremista que le ha revelado las “verdades” del Corán para convertirlo en un fanático que sólo le importa llevar a cabo sus oraciones e idolatrar a su primo que se fue a morir como un “mártir” en Siria. En la distorsionada mente de Ahmed, las personas que mueren luchando contra los infieles son los buenos musulmanes, mientras que los malos musulmanes son considerados traidores. Perdido en esta mentalidad perversa, Ahmed llama a su madre alcohólica, a su hermana prostituta y a su maestra infiel. Cuando se entera de que ella está enseñando árabe con música moderna, se propone asesinarla.
Siempre atraídos por las minorías sociales o los seres marginados, los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne abordan el tema espinoso del fundamentalismo islámico en El joven Ahmed (Le jeune Ahmed, 2019), un comentario relevante y necesario sobre los tiempos en que vivimos, sobre cómo la ley y la sociedad en general se enfrentan al problema de la radicalización y lo que sucede cuando una mente joven se envenena por creencias irracionales. La perspectiva de los directores es nuevamente personal, íntima, filtrada por la mirada de otro de sus personajes en los márgenes; un nuevo extraño que esta vez contrasta directamente no sólo con su entorno social (el suspendido entre dos mundos de todos los inmigrantes de segunda generación) sino también con su propia familia. Acostumbrados a filtrar sus historias a través de una perspectiva predominantemente psicológica, que casi siempre se superpone con la mirada del personaje individual, pero que revela el punto de vista de los autores con una claridad admirable, los Dardenne se han mantenido alejados de cualquier tentación de hacer un tratado antropológico sobre el fundamentalismo islámico y sobre su poder de penetración entre los hijos de inmigrantes, y optan por permanecer próximos al rostro y cuerpo de Ahmed de una manera más estrecha, y casi claustrofóbica, como lo han hecho con muchas de sus figuras del pasado. El rostro de Ahmed -un niño que sufre la influencia perniciosa del imán de la mezquita local- es el de un personaje sin pertenencia, incapaz de construir una identidad. El discurso de El joven Ahmed encuentra mucha más fuerza y lucidez en su segundo tramo, donde la historia elimina la necesidad de lidiar con la descripción contextual religiosa y puede explorar el camino del protagonista más continuamente; un camino en el que se abren grietas decisivas, no menos sentimentales, cuando Ahmed entra en contacto con una realidad diferente. Aquí, el guion contrasta, de manera efectiva e inteligente, el impulso irresistible al martirio del joven protagonista, que adquiere rasgos cada vez más obsesivos, hasta el punto de tocar el trastorno psiquiátrico y el espejismo, paradójicamente, visto en un contexto punitivo -de prisión y rehabilitación al mismo tiempo- de una existencia libre de lazos étnicos y religiosos.
Fecha de estreno en México: 10 de enero, 2020.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional