Una noche, una adolescente llamada Alice (Saxon Sharbino) recibe una invitación en su teléfono móvil para descargar una aplicación. Lo extraño: la invitación proviene de su amiga Nikki (Alexis G. Zall), quien falleció hace pocas semanas en circunstancias sospechosas. Por curiosidad, la joven acepta y descarga la app. Siguiendo las funcionalidades similares a las de la famosa asistente de voz Siri, Alice conoce a Bedevil, el sistema operativo que comienza a hablarle y comunicarse con ella. Bedevil tiene acceso a todas las redes sociales de quienes han instalado su aplicación y, por lo tanto, puede conocer los gustos, deseos y estados de ánimo de los usuarios. Después de ser seducida por las cualidades de la app, la adolescente se da cuenta de que no sólo se trata de un software, sino de una entidad peligrosa capaz de manipular sus mentes y sacar a relucir sus miedos más ocultos.
Los miedos evocados y exorcizados por el cine de terror siempre han ido de la mano con los cambios en las costumbres, las tradiciones y los avances tecnológicos. Después de apreciar una serie de relatos sobre la base del potencial de la televisión (Poltergeist, 1982; Videodrome, 1983), la realidad virtual (The Lawnmower Man, 1992), las cintas de video (Ringu, 1998) y los primeros teléfonos móviles (Phone, 2002), el horror ha sido configurado, ahora, por la narrativa de redes sociales, comunidades digitales y aplicaciones (Unfriended, 2014) cada vez más poderosa e invasiva. Bajo este nuevo ritmo, muy bien definido y reconocible se inserta El juego del diablo (Bedeviled, 2016), dirigida por Abel Vang y Burlee Vang, con muy poca suerte. Estamos ante un relato que avanza laboriosamente entre diálogos inconsistentes, momentos esporádicos de suspenso efímero, estrategias predecibles para asustar a la audiencia, clichés gastados sobre la multiculturalidad y una atmósfera falsa y artificial de corrección política. Los protagonistas son cajas vacías e inexpresivas; no evolucionan y nunca conocemos sus motivaciones, moviéndose de forma caótica y desconectada de una secuencia a otra. Los hermanos Vang pretenden retratar el horror de la invasión de los teléfonos inteligentes en nuestras vidas. La idea es muy bien representada en una escena en la que se muestra a los jóvenes intentando controlar las pantallas de sus teléfonos desconectados de la realidad circundante. La secuencia es inicialmente intrigante, pero completamente despojada de cualquier reflejo social y atrapada de manera forzada en un argumento que en realidad se centra más en los temores letales de la inteligencia artificial que en los de la telefonía móvil.
Fecha de estreno en México: 14 de septiembre, 2018.