Hank Palmer (Robert Downey Jr.), un arrogante y cínico abogado de Chicago, debe posponer momentáneamente la defensa de uno de sus clientes, un estafador, debido a que recibe una llamada procedente de Carlinville, Indiana, notificándole que su madre ha muerto. Aunque su matrimonio ha fracasado y su pequeña hija, Lauren (Emma Tremblay), se siente confundida con la inminente separación de sus padres, Hank decide viajar solo al pueblo que lo vio crecer. El funeral es el escenario para que Hank vuelva a ver a sus hermanos, Glen (Vincent D’Onofrio) y Dale (Jeremy Strong); a su antigua novia Samantha (Vera Farmiga); y a su padre, Joseph Palmer (Robert Duvall), un juez local de intachable reputación, cuya estricta concepción de los valores ha ocasionado un estado de agitación y ruptura durante varios años al interior de la familia. El regreso a casa despierta el turbio pasado de Hank y, aunque él desea abandonar el pueblo, acepta tomar el caso de defensa de su padre, que es acusado de homicidio.

Luego de haber dirigido seis comedias, David Dobkin (Wedding Crashers, 2005; Fred Claus, 2007; The Change-Up, 2011) incursiona en el drama. La nula experiencia en el género ocasiona que el tratamiento del filme, aunque cercano a los personajes, no esté bien calibrado pues opta por algunos rastros de sentimentalismo como la salida más fácil en el desenlace. Sin llegar a ser conmovedor, el filme retrata la difícil relación de un padre estricto y un hijo rebelde, y cómo, a partir de las crisis –muertes, enfermedades, acusaciones, secretos– las relaciones humanas se deterioran, pero también pueden renacer. Tanto Robert Duvall como Robert Downey Jr. ofrecen sólidas actuaciones; personajes bien definidos que siguen sus respectivos caminos hasta el final sin ceder ante nadie, ni siquiera ante los seres queridos. No obstante, al conflicto central entre padre e hijo se adhiere una serie de temas y secretos que sólo expanden la narrativa para moldear un melodrama poco convincente.

LFG (@luisfer_crimi)

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