En El nudo del diablo (Devil’s Knot, 2013), el director de padres armenio-egipcios, nacido en El Cairo, crecido en Canadá, Atom Egoyan, recupera un crimen de la vida real, que cuatro documentales han abordado ya –la trilogía Paradise Lost (The Child Murders at Robin Hood Hills, 1996; Revelations, 2000; Purgatory, 2011) de Joe Berlinger y Bruce Sinofsky, y West of Memphis (Dir. Amy Berg, 2012)–, sobre tres niños de ocho años que fueron asesinados violentamente en un bosque, y el posterior juicio sin pruebas en contra de tres adolescentes amantes del heavy metal, del negro, y aparentes simpatizantes de sectas relacionadas con el culto al diablo. Como en uno de sus más exitosos filmes en Hollywood, The Sweet Hereafter (1997), en El nudo del diablo, Egoyan vuelve a mostrar a una pequeña sociedad afectada por la pérdida violenta de varios niños, y a seguir el proceso de búsqueda y enjuiciamiento de los presuntos culpables.
El director trabaja nuevamente con Colin Firth (Where The Truth Lies, 2005), que hace un sobrio pero sensible papel como investigador privado que apoya sin pago a los abogados de los acusados. Reese Whiterspoon interpreta a una madre al borde de la locura después de haber perdido a su hijo, pero lo suficientemente cuerda para darse cuenta de que la persecución de los acusados parece más una cacería de brujas que una búsqueda de la verdad. El planteamiento es sugestivo, los temas que interesan a Egoyan –contar historias sobre la represión, que analizan la línea entre la apariencia y la realidad, el engaño– están ahí, acompañados de estudios atmosféricos, imágenes secas y contundentes que lo han distinguido como cineasta. Pero se trata de un caso tan lleno de matices, de aristas vertiginosas, de pruebas y falsedades, que para cuando ha terminado de plantearlo todo, poco espacio le queda para profundizar en la naturaleza de sus personajes. Lo que sí hace es sembrar dudas, cuestionamientos sobre la esencia de la convicción y la necesidad de las acusaciones (con reminiscencias a La caza de Thomas Vinterberg) y confrontar al espectador con su propia de ansiedad de cerrar un expediente aún a costa de la realidad.
SOR (@SofOchoa)
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