Guie’dani (Sótera Cruz) y su madre, Lidia (Érika López), se encuentran en la estación de autobuses pidiendo indicaciones para llegar a un casa. Cargan sus pertenencias en grandes bolsas plásticas y cajas de cartón amarradas con un trozo de soga. La mujer ha conseguido empleo como trabajadora doméstica y le han permitido llevar a su hija. La dirección las lleva a una casa ubicada en una zona residencial de la Ciudad de México. Valentina (Yuriria del Valle), una mujer de clase media alta, las recibe animosamente y les va mostrando detalladamente cada rincón del lugar. El lugar destinado para ellas se encuentra en la azotea, donde tienen un baño propio y una cama que tendrán que compartir debido a lo reducido del espacio. Pese a que la relación entre la familia adinerada y los nuevos miembros es en apariencia cordial, Guie’dani no se siente cómoda y desea regresar a Santa María Xadani, el pueblo ubicado en Oaxaca donde ella nació. Sin nadie con quien poder hablar, Guie’dani busca mecanismos para poder lidiar con este nuevo entorno, rebelándose ante la condición social impuesta.
Con El ombligo de Guie’dani, el director Xavi Sala sugiere temas como la diferencia de clases, la intolerancia y la búsqueda identitaria. A partir de la contraposición de dos estratos sociales distintos –y de dos formas de pensamiento opuestas-, el filme propone una nueva mirada hacia el horizonte que divide a ambas. De un lado tenemos a una familia de clase media alta cuya estructura se asemeja más al arcaico cánon de la familia ideal (padre, madre, hija e hijo); por el otro, una familia con recursos limitados compuesta por una madre y su hija. Pero la contraposición de clases no solo se observa en la composición familiar, también se entrevé en los usos y costumbres de ambos: un desayuno americano para la familia y un plato de frijoles con arroz para la empleada y su hija; incluso una película vía streaming que contrasta con los programas de televisión pública en un viejo televisor. Si bien las diferencias ya han quedado marcadas, el director hace hincapié en el uso del lenguaje como un medio más de aislamiento entre ambos grupos, que comparten el español como lengua en común pero que utilizan el inglés –en el caso de la familia- y el zapoteco –Lidia y Guie’dani- para entablar conversaciones ininteligibles para el resto. La diferencia en este aspecto sí radica en un discurso de clases, ya que el lenguaje que utilizan Guie’dani y su madre es un factor de identidad, mientras que el idioma inglés usado por la familia tiene como finalidad la exclusión dialógica. Si bien la película usa estos opuestos para contrastar cómo se constituyen las clases sociales en un país con tal disparidad económica como lo es México, no consigue dejar claro que la rebeldía de Guie’dani se debe a la auto imposición a un estrato del que ella no quiere formar parte, ya que algunas zonas grises que son tocadas someramente en el filme hacen ver los actos incluso como rabietas adolescentes. Cuando la joven asegura que no quiere ser como su madre, “una sirvienta”, se dejan de lado las condiciones sociales y marginales que las han obligado a llegar a la Ciudad de México, y de las que Guie’dani probablemente es consciente. Esta mirada de condescendencia hacia las diversas capas que componen los fenómenos de migración disminuye la potencia con la que el filme inicia, haciendo uso en el último acto de situaciones innecesarias que demeritan el flujo de la cinta. A pesar de este problema de desarrollo, uno de los aspectos a destacar es que la película logra mostrar aquellos pequeños gestos que se han tornado como conductas normalizadas pero que en realidad son claros rasgos del racismo que como sociedad hemos permitido que se arraigue a nuestras costumbres.
Fecha de estreno en México: 4 de octubre, 2019.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional