Anthony (Anthony Hopkins), un hombre de poco más de 80 años, sólo quiere seguir viviendo en su propio espacio, un encantador y amplio apartamento en el elegante barrio londinense de Kensington. Pero su hija, Anne, que lo cuida, está planeando mudarse a París y le gustaría que su padre se instalara en un hogar de ancianos, un lugar muy agradable en el que recibiría todos los cuidados y atenciones, principalmente ahora que se ha vuelto tan olvidadizo y que requiere de apoyo, aunque él se muestre renuente. A medida que avanza la historia, se hace más evidente que Anthony es víctima de la pérdida de memoria, pero lo que hace el director Florian Zeller, en un movimiento audaz e ingenioso de los acontecimientos, es permitirnos ver todo lo que se desarrolla desde la perspectiva del protagonista. El departamento está decorado con obras pictóricas, pero constantemente notamos que faltan marcos o que cuelgan en otras habitaciones. Cuando conocemos a Anne por primera vez, Olivia Colman la interpreta, pero en una escena posterior, Olivia Williams es la hija. ¿A qué se deben estas modificaciones? ¿Por qué los espacios son intervenidos o modificados? ¿Por qué dos actrices interpretan al mismo personaje? ¿Es esto acaso una especie de truco elaborado para volver loco a Anthony y hacer que renuncie a su departamento? Cada vez más, el mundo de Anthony se vuelve más fracturado y ambiguo a medida que se encuentra viviendo exactamente la misma conversación en más de una ocasión y, esporádicamente, descubre que Anne está realmente casada y tiene un esposo, Paul, quien es interpretado por Rufus Sewell en algunas escenas y Mark Gatiss en otras. Estas estrategias deliberadas generan confusión y frustración en Anthony, al mismo tiempo que el recurso es fascinante para conocer y experimentar las emociones del protagonista.

El padre (The Father, 2020), basada en la obra de teatro homónima del propio Zeller, es un drama poderoso y convincente que se desarrolla casi en su totalidad en una sola locación -el departamento- que no se detiene en mostrar los efectos que tiene la demencia en las personas, no sólo en aquellas afectadas por la enfermedad, sino también en los miembros de la familia y sus cuidadores. El filme -conmovedor y emocionante- reflexiona con amor sobre la vibrante condición humana a partir de dos intérpretes formidables (Hopkins y Colman) que ofrecen roles carismáticos y completamente expresivos. Estamos ante un relato que habla sobre el deterioro mental en la vejez, pero de forma diferente a otros largometrajes que han abordado el tema. Nos presenta a alguien que está perdiendo la cabeza, pero que revela esa mente como un lugar de experiencia racional y coherente, al menos en apariencia. La narración avanza de una manera esquiva, poco confiable, atrapando al espectador y enganchándolo en la mente de un hombre que sufre de demencia senil, en una hermosa obra de representación del deterioro mental a través de la puesta en escena. Un drama íntimo donde el ritmo se centra en el transitar de los espacios, en los desplazamientos de los personajes de una habitación a otra, en el diálogo y los enfrentamientos verbales en un ambiente íntimo pero también brutal. Cuando entra en escena la cuidadora interpretada por Imogen Poots, el espíritu de Anthony se aligera gracias al brillo y vivacidad de esta joven en su hogar. Los recuerdos de una vida pasada se desvanecen, pero el estado de ánimo del hombre intenta encontrar el equilibrio y la serenidad. El padre es un drama humano, íntimo y sencillo en su estructura bastante tradicional, pero la mezcla de las diversas identidades involucradas lo enriquece y lo convierte en materia atractiva, retadora y desafiante.

Fecha de estreno en México: 1 de abril, 2021.

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