William Moulton Marston (Luke Evans) es profesor de psicología en Harvard, donde enseña, a jovencitas que lo escuchan extasiadas, sobre la liberación que pueden llegar a sentir, y a disfrutar, si se someten a una figura de autoridad en el amor. Su bella esposa, Elizabeth Marston (Rebecca Hall), también catedrática en psicología –aunque no reconocida por Harvard, sino por una academia menor de la institución debido a razones sexistas-, atestigua con picardía y admiración la forma en que él despliega sus dotes científicos y seductores con sus alumnas. Lo que en principio no disfruta tanto es presenciar cómo William queda eléctricamente enamorado, a primera vista, de la hermosa Olive Byrne (Bella Heathcote), una discípula que reúne la atractiva combinación de tener un aire de candidez y al mismo tiempo guardar un aroma de perversión apenas debajo de la epidermis. Tras una renuencia inicial, Elizabeth acepta que incorporen a Olive a su equipo de trabajo, particularmente para probar un invento que desarrollan: el detector de mentiras. El aparato no sólo les permitirá develar el modo en que los secretos más íntimos son incapaces de mantenerse ocultos, sino igualmente cómo es posible que el deseo y el encantamiento triangulados pueden ser el germen de una sólida relación heterodoxa: tres integrantes equitativamente enamorados que incluso logren superar esa faceta inicial logrando consolidar su amor en el largo plazo. Paralelamente, sus experimentos fetichistas, de sadomasoquismo y búsquedas novedosas de placer dispararon la imaginación de William para, en un proceso iniciado a fines de los años veinte del siglo pasado y a través del cómic, dar vida a La mujer maravilla, un peculiar y exitoso personaje destinado a los niños, con credenciales feministas de avanzada y, sí, también con nítidos ecos de fantasía machista.

AFD