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La ya famosa pelea entre Hugh Glass, interpretado por Leonardo DiCaprio, y el oso, que ocurre como motor de la trama de The Revenant, es el epítome de la personalidad de espíritu valiente, guerrero y salvaje del protagonista. Aunque el guión está parcialmente inspirado en el libro de Michael Punke, cuyo personaje principal realmente existió y forma parte del folklore estadounidense, el encuentro entre hombre-bestia y bestia sirve como metáfora de la lucha por lo imposible (similar a la manera en la que Herman Melville lo acentó en el mítico viaje hacia el abismo del navío comandado por el capitán Ahab en contra de la ballena blanca, en Moby Dick; o como lo es el propio quehacer cinematográfico para muchos, un devenir constante de tropiezos y sinsabores superados por la fortaleza y la fe de su director, y por quienes cierran los ojos a la realidad y deciden creer ciegamente en él). Alejandro González Iñárritu, apoyado fuertemente en la inteligencia y talento de su superdotado cinefotógrafo, Emmanuel Lubezki, expresa el paisaje y el clima como, según cuentan las crónicas sobre la filmación, lo vivieron: agresivos, letales, crueles, pero celestiales, como una extensión de la esencia de Glass, de su fuerza, de su capacidad de no rendirse, de su animalidad y espiritualidad manifestada en el tributo que ofrece a sus muertos a través del irrenunciable deseo de expresarles amor con lo único que le queda: la venganza.
Filmada en Canadá y (cuando se acabó la nieve por retrasos en la filmación) en La Patagonia, el contexto geográfico e histórico en el que Glass lucha por la ejecución de su vendetta es a lo largo del río Missouri, durante el primer tercio del siglo XIX, cuando el ejército estadounidense, el francés y distintas civilizaciones indígenas tienen esporádicos y mortales encuentros por territorio, armas y pieles. La codicia de los blancos es némesis del deseo de supervivencia y preservación de los locales que defienden un terruño que ya no volverá a pertenecerles. La realidad es dura. La comodidad es impensable. La pureza de la blanca nieve quema. La lealtad es un valor intercambiable, casi como las mujeres, todas indias, que los blancos raptan y violan, y por las que sus padres y esposos dan la vida. Quienes logran sobrevivir en estas condiciones son semihéroes. Estamos ante los orígenes brutales de Estados Unidos, que daban pie a que hombres-oso como Glass existieran, un hombre que se alimentaba de carne cruda, que fue capaz de arrastrarse 320 kilómetros cubierto de heridas abiertas por las garras de un oso, protegido por la piel de éste. ¿Quién hubiera imaginado que el mismo actor que interpretó a un chaval que enamoró a una muchacha de estrato más alto en Titanic (1997) sería capaz se encarnar con gesto trastornado la bestialidad de semejante especie, una clase de ser humano que las ciudades exterminaron? The Revenant es un homenaje a la naturaleza salvaje, un tour de force sangriento y visceral, que desentraña los cimientos del país de los sueños y la esperanza, y que nos hace conscientes de nuestra propia animalidad y del grado (ridículo) al que la noción de civilización nos ha separado de la esencia de la Tierra. Paradójicamente, Iñárritu nos muestra esta distancia en una aventura sensorial, que pudo ejecutarse solo gracias a un poético refinamiento técnico.
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Fecha de estreno en México: enero 22, 2015.