En la actualidad, un alto porcentaje de la población con acceso a dispositivos móviles vive obsesionada con las dinámicas del teléfono inteligente. Esta manía es retomada por el director Tony Leondis (Igor, 2008) para plantear la existencia de un vívido universo al interior de los artefactos. El lugar en cuestión –en realidad una aplicación– se llama Textopolis y está habitada por una amplia gama de emojis que trabajan, separados por cubos, haciendo sus respectivas gesticulaciones que los diferencian unos de otros. En teoría todo debería ser sencillo, pero Gene es incapaz de hacer muecas para representar la cara que le fue asignada. Cuando el dueño del celular –un tímido jovencito llamado Alex que tiene dificultades para hablarle a la chica que le gusta, y prefiere cortejarla vía mensajes de texto– se percata que el emoji no funciona, decide reparar su teléfono. Esta situación pone en alerta a los habitantes de Textopolis, pues la intervención de una fuerza externa podría ocasionar la destrucción de la app.
El desarrollo de la trama es predecible; el mensaje de “ser tú mismo sin importar las burlas de los demás” se pierde en las coloridas conexiones del interior del celular; las bromas son torpes y poco creativas; las referencias de la cultura pop son anticuadas y los personajes –al igual que los emoticones que la mayoría de la gente utiliza en sus conversaciones diarias– carecen de emociones sinceras, sólo son representaciones simplistas, corrientes y burdas de sensaciones humanas. Instagram, Twitter, Spotify, Candy Crush y Just Dance son algunas de las aplicaciones que tienen sus respectivos cameos, complaciendo a los usuarios más jóvenes. Es sorprendente que estas empresas quieran estar asociadas con un desastre como Emoji: La película (The Emoji Movie, 2017); a lo largo del camino del protagonista, no hay resonancia emocional sólo ruido visual vacío. Resulta obvio que los creadores se inspiraron en Inside Out y Toy Story, pero mientras las películas de Pixar evocan un sentido de empatía y nostalgia (por las etapas incómodas de la vida y los juguetes favoritos de la infancia), este nuevo filme animado sólo busca exaltar un mundo indiferente, impersonal y lleno de cinismo en el que se nos quiere hacer creer que la mejor manera de comunicarnos es mediante el envío y la recepción de torpes caritas amarillas.
Fecha de estreno en México: 3 de agosto, 2017.