Minicrítica realizada durante el Festival Internacional de Cine de Morelia 2014
Sebastián (Waldo Facco) es un joven cineasta interesado en retratar la vida cotidiana de un pueblo del estado de Guanajuato. Ubicado entre las montañas y extensas zonas de tierra, La Estancia es una región en ruinas, cuyas casas han sido abandonadas por sus habitantes. Los únicos pobladores son Don Chuy (Jesús Vallejo) y su hijo Juan Diego (Gilberto Barraza), que se mantienen arraigados a su tierra. Después de dejar su proyecto en pausa, y tras varios años, Sebastián regresa en compañía de su novia (Natalia Gatto) para terminar su documental. Sin embargo, el tiempo altera directamente el espacio y modifica las aspiraciones de las personas, por lo que Sebastián se siente desesperado al no encontrar a sus personajes. En este filme, que cuenta con el respaldo de Alejandro González Iñárritu como productor, Carlos Armella (Tierra y pan, 2008; 29, 2010) opta por dividirlo en tres capítulos para hacer uso del documental, el cine contemplativo y la ficción con la intención de explorar un pueblo “fantasma” desde distintas ópticas (el contacto directo con sus habitantes, la mirada pausada sobre el paisaje y la incursión de un extraño en un hábitat que le es ajeno). El espectador es testigo de una amistad siniestra entre un narcisista documentalista y un solitario campesino. Aunque en la tercera parte del filme las motivaciones de los personajes no son desarrolladas de manera contundente, el violento desenlace le permite crear una atmósfera ambivalente de ocaso y renacimiento.
LFG (@luisfer_crimi)