Stevie (Sunny Suljic) es un niño de 13 años que está listo para dar el paso a la adolescencia, anhelando la oportunidad de ser aceptado por otros jóvenes después de tener que lidiar con el estruendo de su experiencia doméstica, soportando los golpes de su hermano mayor, Ian (Lucas Hedges), mientras su madre, Dabney (Katherine Waterston), aunque cariñosa, se mantiene indiferente y alejada de las problemáticas de sus hijos. Sus intentos de escapar de su hogar lo empujan hacia una tienda de patinetas, donde cuatro niños mayores -Ray (Na-Kel Smith), Fuckshit (Olan Prenatt), Fourth Grade (Ryder McLaughlin) y Ruben (Gio Galicia)- se refugian y conviven. A pesar de que su pequeña estatura y su sonrisa inofensiva lo separan de la actitud desaliñada y punk que exhiben estos otros chicos, Stevie quiere ser parte del grupo y rápidamente se pone a disposición de esta pandilla de skaters. Una vez aceptado por los jóvenes, Stevie es rebautizado por el grupo como Sunburn y así comienza una ola de rebelión y experiencias oscuras en Los Ángeles, tratando de adaptarse a la rebeldía de la juventud y pasando por experiencias peligrosas, alegres, desafiantes y perturbadoras.
En los 90 (Mid90s, 2018), debut en la dirección cinematográfica del actor estadounidense Jonah Hill (21 Jump Street, 2012; The Wolf of Wall, 2013), es un filme de bajo presupuesto, elocuente y nostálgico, ambientado en la década de los noventa, sobre el crecimiento, el paso de la niñez a la adolescencia y las experiencias agridulces de la infancia. Filmado en una relación de aspecto de 1.33: 1 y en 16 mm, Hill replica fielmente el aspecto de los años 90 no sólo para confeccionar una película con elementos autobiográficos, sino también para crear un homenaje impetuoso y descarado a la cultura visual de la época. Representaciones de las Tortugas Ninja, el Super Nintendo, el videojuego de Street Fighter II, los videos de skate y los primeros días de MTV son algunos de los significantes culturales que orgánicamente se acumulan en la fachada del relato, pero debajo de la iconografía hay un retrato sincero y auténtico de la adolescencia temprana. En el papel, esos tiempos no eran muy lejanos, pero Hill, al mantener una atención casi obsesiva en cada uno de los detalles (desde el tipo de calzado, hasta los estampados de las playeras, pasando por los cassettes de música) evoca magníficamente la época, brindando una lectura pequeña, discreta, de bajo perfil, pero íntima y segura de las implicaciones de la madurez en aquellos años antes de la era digital. Mediante primeros planos Hill permanece constantemente en la cara de Stevie, quien esencialmente es un niño silencioso y tímido, mientras experimenta la percepción de la frialdad de los jóvenes skaters, ayudando así a los espectadores a entrar en este mundo extraño a través de la pureza de un niño que recibe el don de la aceptación. La recopilación de momentos que conforman la juventud de Stevie es totalmente humana; Hill le otorga una intimidad atractiva e impredecible al relato, asegurándose de que los espectadores permanezcan con el protagonista en este viaje. El relato en su mayoría consiste en el acumulado de incidentes episódicos que detallan la pérdida de la inocencia, observando cómo el niño comienza a fumar, a beber, a tomar pastillas, a convivir con las malas influencias y disfrutar de una experiencia sexual con una chica mayor en una fiesta. Es una insensata aventura, pero Hill mantiene cierto nivel de humanidad, con Stevie esforzándose por reprimir su bondad natural. Hay un par de momentos de pura belleza cinematográfica mientras los chicos se mueven por la calle en sus patinetas al atardecer.
Fecha de estreno en México: 3 de mayo, 2019.