Marty Byron (Live Schreiber) acaba de llegar al famoso periódico, Boston Globe, después de haber estado trabajando en el Miami Herald. Pronto le sugiere a Spotlight, un equipo de 4 personas que realiza reportajes especiales, un nuevo tema: dar seguimiento a una columna periodística que habla sobre un caso de pedofilia cometido por un sacerdote católico en la ciudad. Los cuatro integrantes, liderados por Walter Robinson (Michael Keaton + Mark Ruffalo, Rachel McAdams y Brian d'Arcy James) acepta el reto a sabiendas de que tendrá que enfrentar a una de las instituciones más poderosas de Boston, pues ahí se encuentra una de las cuatro arquidiócesis más grandes de Estados Unidos y casi el 50% de la población es católica, una cifra muy elevada para una ciudad estadounidense. Conforme la investigación avanza, de un sacerdote criminal, la cifra crece hasta 249 sacerdotes que desde los setenta cometieron crímenes relacionados con la pedofilia en esta ciudad, lo que implica que hubo protección de mandos eclesiásticos más altos, específicamente del Cardenal Law (Len Cariou), el líder de la arquidócesis, y de miembros la sociedad en general, para que estos crímenes se llevaran a cabo sin que hubiera un escándalo y un castigo.

El actor, guionista y director, Tom McCarthy (The Station Agent, 2003; Zapatero a tus zapatos, 2014), trata el delicado y detestable tema de la pederastía dentro de la iglesia atrapando la atención a base de clichés hollywoodenses que oscilan entre la fórmula de película sobre periodistas investigadores y la manipulación. Las actuaciones de todos los periodistas, incluido el editor, son lo más destacable de En primera plana. Los detalles en cada una de estas y su precisión son suficientes para mantener al espectador atento a un tema que podría ser visualmente árido. Sus movimientos llevan impregnados una personalidad y una historia que no necesariamente es contada en la pantalla. Por el contrario, las actuaciones de las víctimas que son entrevistadas por los cuatro investigadores son afectadas y planas, calibradas para despertar lástima por ellas mismas, y odio contra los victimarios. La música también contribuye a desatar emociones no del todo fundamentadas por el guión. Y la edición contrapone secuencias en las que se habla directamente sobre algún encuentro sexual entre un sacerdote y un niño, con momentos felices de algún niño en la calle, creando un contraste sentimentaloide. Todo lo anterior, al ser un lugar común y un exceso, evita que haya un tratamiento serio sobre un tema estigmatizado que requiere de verdades más que de maniqueismos. El personaje que lanza los dardos más venenosos con “datos duros” ni siquiera aparece a cuadro, solo escuchamos su voz vía telefónica. No hay un solo personaje en la película, perteneciente a la iglesia, que no esté coludido. Ni siquiera se sugiere que alguien así pueda existir, sino todo lo contrario. Los hombres “buenos” que han estado en la Iglesia han renunciado a ella, y solo entonces se convierten en héroes. El tono, pues, no es neutral, sino deliberadamente anti Católico. Como si más que la verdad de la historia se promoviera la secularización y el laicismo a través del odio que fácilmente puede despertar cualquier persona en contra de alguien que violente sexualmente a un niño, pero tomando a la parte por el todo, a los pederastas por la Iglesia misma. Las complejidades de la fe, del abuso de poder, de la corrupción, no son atendidas con la profundidad que una historia como Spotlight ameritaba, sino retratadas de forma esquemática y cizañosa, a favor de los prejuicios de la sociedad.

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Fecha de estreno en México: enero 15, 2016.