Antoine (Gustave Kervern) es un hombre solitario y con problemas de adicción a las drogas que, hundiéndose en una fase de hastío, decide abandonar su carrera como vocalista de una banda de rock. Sin demasiadas ambiciones, obtiene un puesto como conserje en un edificio de departamentos. Así, se instala en el inmueble y da inicio a su vida como conserje, interactuando con los peculiares vecinos que, a pesar de sus diversos perfiles, comparten una atmósfera emocional caracterizada por tonos grises y depresivos. De entre todos ellos, es Mathilde (Catherine Deneuve) la persona con la que Antoine llega a intimar más. En su convivencia, se irá fraguando una amistad que les revelará aspectos fundamentales sobre sí mismos, sobre el posible sentido de la vida, y sobre la importancia de los seres que nos rodean para poder construirlo.
Pierre Salvadori, director de comedias románticas como Hors de prix (2006) o De vrais mensonges (2010), maneja en esta ocasión elementos que a primera instancia podrían parecer poco propicios para un registro cómico: melancolía, desencanto, soledad, amargura, apatía, angustia, miedo, sensaciones que por lo general asociamos a un drama, cuando no a una tragedia. Sin embargo, Salvadori asume el riesgo y consigue sacar brillo de esa grisura emocional para narrar situaciones que, si bien no apelan a la carcajada, sí provocan sonrisas duraderas a partir del contraste entre un determinado estado de ánimo –o en este caso más bien de desánimo– y el contexto en el que se presenta. Este recurso funciona desde las primeras secuencias en las que vemos a Antoine esforzándose –en la medida en la que se lo permite su desgana– por desempeñar sus labores de conserje sin tener la menor experiencia. Sin embargo, el ritmo de la narración permite que entre este tipo de escenas de un humor agridulce, se extiendan otras de mayor hondura emocional que invitan a la reflexión sobre el drama existencial que se va abriendo paso por debajo de una superficie mundana. De hecho, a medida que avanza la película, conforme se va construyendo la relación de amistad entre Antoine y Mathilde, el filme va revelando con oportunidad los componentes de las respectivas problemáticas internas de cada una de estas almas desdichadas. El cambio de registro no se produce de manera abrupta, sino que resulta natural y convincente gracias no sólo a las meritorias actuaciones de Catherine Deneuve y Gustave Kervern, sino a los simbolismos que acertada y anticipadamente van sugiriendo los quiebres que se producirán en la vida interna de los personajes, como es el caso de la grieta que Mathilde descubre en su casa y que representa su entrada a un abismo de inseguridad y paranoia. Con esta mezcla de humor y melancolía, Salvadori explora los posibles matices de un género del que por lo general se tiene una concepción demasiado homogénea. Así como nos presenta una ciudad de París despojada del glamour y el brillo de las postales que la han hecho famosa, se atreve a mostrarnos las regiones sombrías del retablo festivo y colorido que habitualmente se asocia con la comedia. Quizá en algunos momentos dicho contraste resulte irregular, pero en el atrevimiento lleva el mérito de proponer un filme que, a fin de cuentas, consigue conjugar con acierto las sonrisas y los ceños fruncidos del desasosiego.
Fecha de estreno en México: 1 de octubre, 2015.