Maureen (Kristen Stewart) es una joven estadounidense aficionada al arte que vive en París. Su novio (Ty Olwin) se encuentra en Omán, pero trata de estar en constante comunicación con ella y busca la manera de que vuelvan a estar juntos. Ella trabaja como asistente de la atractiva modelo Kyra (Nora Von Waltstätten), a quien le compra vestidos, zapatos y joyas que utiliza en los eventos que su presencia engalana. Aunque Maureen recibe un buen sueldo, no es feliz con lo que hace para ganar dinero. A ella le interesa otro tipo de actividades, como comunicarse con los espíritus, por ejemplo. Es médium y desde pequeña, junto con su hermano, podía entablar conversaciones con seres que se encontraban en otra dimensión. Desde que su hermano murió, Maureen ha esperado pacientemente el momento para volver a comunicarse con él.
Después de trabajar juntos en el íntimo drama femenino Clouds of Sils Maria (2014), Kristen Stewart (Café Society, 2016) y Olivier Assayas (Clean, 2004), vuelven a hacer mancuerna creativa en Fantasmas del pasado (Personal Shopper, 2016). Al igual que en su primera colaboración, la actriz estadounidense interpreta a una asistente, cuya labor cobra importancia al momento de convertirse en la columna vertebral de lo que su jefa le exige. Pero en esta ocasión, el papel de asistente personal está anclado a una película de género altamente eficaz y no a un drama autorreferencial. Assayas ofrece un enigmático thriller psicológico que logra apropiarse de la historia de fantasmas para explorar los muchos obstáculos y las ilusiones que acompañan el proceso subjetivo de la pena. El director se apoya en el trabajo del cinefotógrafo Yorick Le Saux (Only Lovers Left Alive, 2013) para –mediante una paleta de colores morados, grises y azules– crear una atmósfera que refleja la ansiedad y la soledad de la protagonista, al mismo tiempo que produce una mezcla de tensión e intriga en el espectador. La actuación de Stewart ayuda a comprender la compleja psicología del personaje de Maureen. Su cabeza casi permanentemente inclinada para mirar su iPhone, sus manos encima del celular, la mirada melancólica y la actitud corporal un tanto retraída, pero que se vincula íntimamente con el espacio, denotan a una mujer introvertida y poco sociable. El guion hila de manera sutil la relación que cada uno de los personajes establece con la protagonista. A través de estos vínculos, los espectadores pueden comprender el actuar de la joven y su trato con el mundo de los vivos. No hay una verdadera relación humana en la vida de Maureen, quien recurre a Skype para conversar sucintamente con el novio; breves correos para recibir las instrucciones de su jefa; y una serie de mensajes por celular que un desconocido le envía. Uno de los aspectos importantes a lo largo de la película es el uso continuo de los espejos o los vidrios. Estos elementos –que reflejan el físico de alguna persona o que crean luz alrededor de los personajes principales– podrían ser considerados como una metáfora de aquello que no está entre nosotros, pero que puede ser proyectado con ayuda de algún agente externo (desde fenómenos paranormales hasta los sentimientos que no logramos entender o las verdades que no queremos creer o enfrentar). El director retoma la creencia en el espiritismo con sobriedad para mostrar a una joven desesperada por hallar aquella arma que le permita encontrar un punto de contacto entre el ser humano y lo que no es visible a los ojos. Assayas sugiere ágilmente que el aislamiento, el tedio, el dolor y las distracciones de la vida diaria tienen el potencial de atormentarnos tanto como los espíritus disgustados.
Fecha de estreno en México: 17 de marzo, 2017.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional