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Haciendo una más que adecuada utilización del recurso de contar una historia desde tres puntos de vista diferentes (los de los involucrados en la trama) que Kurosawa instituyó genialmente en Rashomon, Kenya Márquez estructura así un guión que, es evidente, trabajó minuciosamente; tanto en la precisa coreografía que le permite coordinar los tres ejes participantes, como en la gustosa atención en esos detalles en los que, se nos ha hecho saber de forma reiterada, está el diablo. Por si fuera poco, inyecta momentos de humor inteligente y muy mexicano, tanto hablado como ejecutado, en dosis continuas; y si algo faltara, Demián Alcázar, una vez más, borda a mano, haciendo uso de todos su oficio y talento, un personaje con características únicas. Ana Ofelia Murguia y Marisol Centeno en ningún momento le desmerecen. Ah, y la forma en que la directora se entretiene jugando con las preconcepciones del espectador, así como la elegancia con que apunta sobre los lastres que propicia la impunidad en nuestro país, redondean un trabajo que, siendo en última instancia, tres historias de amor en una, exige reconocimiento.
AFD ( @SirPon )
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