Dentro del de por sí exigente, desafiante y peligroso deporte de la escalada existe un rubro particularmente demencial: el Free Solo, que consiste en escalar en solitario libre, es decir, subir una montaña obscenamente empinada sin más ayuda que la fuerza de los dedos, la resistencia de los brazos, el agarre de los pies, la potencia de las piernas pero, por encima de todo, el dominio de una mente capaz de impulsar al cuerpo a conseguir retos que parecen imposibles de cumplir. Alex Honnold es un famoso escalador que gusta particularmente de practicar Free Solo y, como suele ocurrir con los hombres dotados de espíritus aventureros en extremo, a él le es difícil controlar su impulso por superarse a sí mismo de manera continua aunque, en su caso, eso signifique estar violentando excesivamente los márgenes de su propia vida. Desde pequeño, Alex visitaba con frecuencia, en paseos familiares, el Parque Nacional Yosemite (al este de San Francisco), donde se encuentra la famosa montaña El Capitán, un monolito casi vertical en su totalidad, sitio predilecto de los escaladores más intrépidos y talentosos, complicadísimo para embestirse con ayuda de cuerdas, lance prácticamente imposible de intentarse a mano y pie limpios. Justo el tipo de proeza capaz de generar en Alex un dilema que tiene que ver con elegir entre la vida y la muerte, pero también entre la soledad y la compañía, las vivencias del pasado y la incertidumbre del futuro y, de igual forma, con la posibilidad de explorar hasta el tuétano la identidad propia. Como ocurre con todos los seres humanos (si bien suele ser más notorio con las personas con talentos especiales), eventos ocurridos en su niñez, el comportamiento de su padre y la forma en que lo educó su madre (las frases que le decía, lo que le significaron), fueron construyendo la personalidad de Alex conduciéndolo hasta el punto en el que, llegada la ocasión, todo aquello lo coloca en el umbral de un destino que, parece, le es inescapable.
Testimoniar una hazaña del tamaño de la que intenta Alex Honnold exige hacerlo, también, de manera fuera de lo normal. Elizabeth Chai Vasarhelyi y Jimmy Chin orquestan una logística no únicamente complicada sino igualmente peligrosa para atestiguar y registrar a detalle, y de forma espectacular, los pasos, bueno, más bien, los movimientos, los enganches, los pequeños saltos, los deslices, aunque también los ínfimos traspiés y las fugaces dudas; nos permiten verlo reptar en vertical (como un Hombre Araña sin superpoderes, o al menos no los habituales) y contemplar en vilo la concentración y determinación que despliega Honnold a cada momento. Pero los realizadores no solo se enfocan en la parte más vistosa de la historia porque entienden la importancia de ofrecer sustento psicológico a la temeraria decisión de Honnold, por lo que indagan en su etapa de crecimiento platicando con su madre, y también examinan con especialistas la forma en que funciona su cerebro y las posibles razones por las que su sentido del peligro parece estar anesteciado. De igual modo, presentan una buena recopilación con material de archivo y noticas sobre los escaladores que han fracasado al intentar proezas que se antojan irrealizables (fracaso, en este contexto, siempre es sinónimo de muerte), además de dialogar con otros que han tenido importantes logros y que, no obstante, ven la apuesta de Alex con idéntico grado de admiración y aprensión. Para redondear la narración, aprovechan la coyuntura de que Alex haya conocido a una chica y que por vez primera en mucho tiempo esté dispuesto a entablar una relación estable, por lo que el desarrollo paralelo del noviazgo le añade un condimento que les permite en simultáneo tejer una historia de amor que dialoga con el suspenso que utilizan para estimular los preparativos de la eventual subida El Capitán. Porque así como el éxito del filme descansa en buena medida en su atractivo visual, es igualmente notable el montaje que le da sustento y sustancia a Free Solo. Es cierto que recurre a guiños hollywoodenses para exprimir todo el drama que el relato contiene para apelar al público masivo, pero asimismo lo es que la manera pormenorizada con que abordaron cada ángulo del proyecto, y la precaución con la que establecen el esquema de filmación para capturar la gesta de Alex sin entorpecerla o, incluso, obstaculizarla (teniendo siempre en mente que su vida pende, literalmente, de una uña), les permite que el filme trascienda la excitación que provoca el show. De conquistar Alex su cometido, pues, las razones para celebrar serán múltiples. Y hasta con un Oscar las podrían coronar.
Fecha de estreno en México: 22 de febrero, 2019.
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