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Lee aquí nuestra reseña de Gloria.
El cine suele posar su mirada en los niños, en los adolescentes, en los jóvenes, en los llamados adultos contemporáneos, incluso en los ancianos, pero rara vez se interesa por escudriñar la vida de quienes han dejado ya el último arañazo de juventud pero aún se resisten a formar parte de las filas de la senectud. Gloria, el filme, lo hace; con enorme respeto, con genuino interés y también con franca resolución. Paulina García es Gloria, y sin su carisma, su belleza y su arrebatadora personalidad, además de la naturalidad de su talento, este filme difícilmente habría trascendido de la forma en que lo consigue. Su interpretación la hizo merecedora del Premio a Mejor Actriz en la pasada Berlinale. Gloria es una chilena, cincuentona, divorciada, con dos hijos mayores (hombre y mujer), tremendamente atractiva y joven de espíritu. Su generación es, probablemente (al menos en Latinoamérica) la primera en la que, a esa edad, sigue habiendo individuos (hombres y mujeres) que se niegan a asumir de forma sumisa la capitulación de vivir la vida como se les antoje; sin necesidad de ceñirse a las enlamadas hormas de comportamiento habituales en la sociedad.
Gloria es un alma libre. Es como una adolescente tardía que rechaza con energía el paso a la adultez, que digo a la adultez, a la vejez. Disfruta ir a bailar sola (a clubes de mayores de cincuenta), ligar, tener sexo, emborracharse, fumarse un porro, y al mismo tiempo trabajar, llevar su casa, sufrir desilusiones, fungir como abuela y cantar; le gusta mucho cantar. Goza de ser ella, como es, apasionada y decidida. Pero como ocurre con todo pionero, no termina siendo fácil, ni en nichos abiertos a estas innovaciones en los códigos sociales, encajar plena y armónicamente con el entorno. Por lo general, suele haber un punto de fractura; un estigma donde se resquebraja la docilidad con que, idealmente, un ser como Gloria encajaría en la realidad que lleva de forma asumida. La intolerancia del tiempo, los vestigios del pasado, la incapacidad de algunos de sus contemporáneos para comprometerse a fondo con esta negación a resignarse, y en ocasiones, también, la realidad misma, hacen tambalear a Gloria, poniendo en predicamento, incluso, su dignidad. Ella, sacudiéndose, se yergue para, sometiéndose a las bondades y desdichas que sus decisiones le ocasionen, seguir viviendo. Qué filme tan comprometido es Gloria; y qué forma tan amorosa y delicada con que su director, Sebastián Lelio, la ha llevado del brazo.
AFD (@SirPon)