En la Nueva York de 1962 vive Tony (Viggo Mortensen), un hombre italoamericano que trabaja como portero en el Copacabana y que utiliza su fuerza y su actitud manipuladora para mantener el orden en el lujoso centro nocturno, incluso si eso significa golpear algunas cabezas. Pero en la rueda de la fortuna de la vida, es testigo del cierre de su lugar de empleo y pasa algunos meses sin ocupaciones. Preocupado por no saber cómo apoyar a su esposa, Dolores (Linda Cardellini), un día recibe una invitación para reunirse con el Dr. Don Shirley (Mahershala Ali), un famoso pianista que está a punto de embarcarse en un recorrido por el sur profundo, bien consciente de que un hombre negro no cruzaría esa parte del país sin previo aviso. Al contratar a Tony como su chofer particular, Don descubre paulatinamente la brusquedad y los vicios de éste. A medida que reúnen kilómetros y kilómetros de viaje, los dos hombres estrechan los lazos de confianza y camaradería, pero Tony debe confrontarse con los alcances de su propio racismo cuando descubre lo horrible que pueden llegar a comportarse las audiencias millonarias y blancas que asisten a las presentaciones de Don.
El “Libro verde” del título del filme es una guía especial que se proporciona a los automovilistas negros que desean recorrer el sur de Estados Unidos y recopilan direcciones de hoteles segregados para evitar conflictos y confrontaciones. El libro llega a las manos de Tony para el viaje, y proporciona la primera pista de que sus deberes implicarán un poco más que conducir a un músico por todo el país. Después de una introducción para conocer a Tony, que aclara sus hábitos racistas, Green Book (2018) se transforma en una especie de road movie, poniendo a la extraña pareja al interior de un automóvil para navegar en las profundas aguas del racismo, la segregación, la injusticia y la indiferencia. El director Peter Farrelly mantiene su concentración en la narrativa convencional, con la esperanza de proporcionar una experiencia visual agradable que sea fácil para los sentidos y fuerte para el corazón, tratando de entender los males estadounidenses. En este sentido, Green Book es un relato de amistad edificante que se basa en dos notables actuaciones centrales. Sin embargo, es una experiencia liviana y un tanto manipuladora que se caracteriza por sus lapsos de sentimentalismo sobrecargado (“se necesita coraje para cambiar los corazones de las personas”, pronuncia uno de los personajes). El filme ofrece mensajes flojos de fácil digestión sobre la importancia de la comprensión mutua y la dignidad, con un hombre tan áspero como Tony que inesperadamente –como si se tratara de una epifanía- se suaviza y decide modificar sus modales cuando es testigo de lo hipócritas que son algunas áreas del país cuando se trata de un artista que aman, pero que es de un grupo social que odian. Incluso, hay una sensación bastante calculada en la tan cálida fotografía de Sean Porter que dirige al espectador a favor de participar en esta transformación de Tony. El esfuerzo de Farrelly por desmarcarse de las comedias torpes y lascivas que fabricó en el pasado (Dumb and Dumber, There's Something About Mary y Movie 43) es loable, pero poco significativo, ya que el filme es más una réplica de discursos previos que un genuino ejercicio de reflexión. Incluso, es extraño que el personaje principal sea Tony, cuando es Don el punto focal, atractivo e interesante de esta historia al ser un artista en busca de equilibrio y tratando de mantener su decoro mientras padece la hostilidad de su contexto social.
Fecha de estreno en México: 8 de febrero, 2019.