Tomasz (Maciej Musialowski), un joven polaco de familia humilde que se ha instalado en la ciudad de Varsovia para estudiar Derecho, es expulsado de la universidad por cometer plagio. El joven busca cicatrizar la vergüenza bajo la compañía de los Krasucki (Jacek Koman y Danuta Stenka) -un matrimonio acomodado de la capital y viejos amigos de su familia, que además son los padres de Gabi (Vanessa Aleksander), la mujer con la que está obsesionado- pero no tiene el coraje de contarles la verdad. En un acto de desesperación para no ser visto como un pobre fracasado, obtiene un trabajo en una agencia de relaciones públicas que en realidad funciona como una granja de trolls muy bien organizada. La ambición y falta de escrúpulos de Tomasz hace que la mirada de Beata (Agata Kulesza), la responsable de la agencia que se dedica a romper las carreras de figuras públicas a cambio de mucho dinero, se deposite en él. Aunque poco a poco pierde su dignidad e identidad, el joven gana confianza en sí mismo y pronto forma parte del equipo de trabajo del político liberal Pawel Rudnicki (Maciej Stuhr), quien se postula para alcalde de Varsovia. Tomasz espera el momento preciso para, de un escándalo a otro, sabotear la campaña del candidato, desde la filtración de videos sobre la vida íntima de Pawel hasta la organización de una marcha de sus simpatizantes al mismo tiempo que se manifiestan grupos de extrema derecha, cuyos efectos de este gesto serán fatídicos y trágicos.
Hater (2020), escrita por Mateusz Pacewicz y dirigida por Jan Komasa -la misma dupla de la espléndida disertación teológica sobre la fe en Corpus Christi (2019)- es un intenso thriller que expone la toxicidad, la manipulación y la amenaza de las tácticas difamatorias de las redes sociales. Tomasz se comporta como la psicología de Cambridge Analytica al tratar de ganarse la confianza de los personajes que existen en ambos lados de la historia (liberales y extremistas; protestas versus disturbios). Esta es una psicología fascinante y se explora de manera muy efectiva en la película mediante las constantes incomodidades que existen entre los personajes a través del uso de un lenguaje corporal rígido y una serie de pausas embarazosas en los diálogos que contribuyen a una atmósfera de incertidumbre. Esto, combinado con cortes agudos y contrastantes, aunado a planos persistentes sin sonido, enfatiza la psique de Tomasz y cómo se está deteriorando moralmente a medida que sucumbe ante el poder que tiene para difamar al otro. A medida que avanza el relato, su rostro se vuelve más pálido y su ropa se vuelve más oscura y con cuellos más altos en sus camisas. Esto apunta claramente al hecho de que se trata de un paria que siempre ha estado desprovisto de personalidad propia. Si bien es cierto que la tesis central gira en torno al poder del discurso del odio en el contexto de las redes sociales, es admirable cómo Komasa logra encajar tantos tabúes de la sociedad polaca; desde las posturas conservadoras respecto a la homosexualidad -a partir del personaje del candidato Pawel-, hasta las advertencias sobre las sociedades propensas al populismo, pasando por los peligros de que las opiniones desemboquen en actos extremistas. Los eventos de Facebook y los gráficos de las redes sociales dentro de la película se simplifican, pero esto no disminuye el impacto o la agresión. Tomasz utiliza el mundo en línea y los videojuegos para trazar una guerra que debe ganarse en carne propia y no se da cuenta de las consecuencias de sus acciones hasta más tarde. El filme plantea escenarios, no tan distantes, sobre cómo las redes sociales pueden convertirse en el último recurso para el perdedor frustrado, desesperado y necesitado de atención.
Disponible en Netflix