*EnFilme recomienda
Hace unos meses pudimos ver Alps, el más reciente filme de Yorgos Lanthimos (Dogtooth, 2009), y en él se manifestaba con nervio el tema de la representación. Chicas eran contratadas para representar a otras personas –gente que recién ha muerto– con el fin de alivianar el dolor de sus deudos. Léos Carax ataja el tema sobre un eje similar, el de la representación, pero él lo desborda, acorde con su personalidad. De Carax no se puede esperar contención, ni medias tintas. Él tira a la desmesura, pero lo hace con cimientos robustos; el primero, su creatividad alucinante, siempre acompañada de ideas y conceptos cruciales para comprender los principales embrollos del hombre en su relación consigo mismo y con la sociedad (de la familia, a los negocios, al amor, a la muerte). Buena parte de lo que es la vida se despliega en pantalla entre trayecto y trayecto de la limusina, entre misión y misión a cumplir por Oscar (Lavant), quien utiliza las caretas necesarias, la indumentaria, maquillajes imperiosos, para lograr interpretar a cabalidad los personajes requeridos; la representación de personas (en el más estricto sentido del origen de la palabra) cuya interpretación es obligada para que el mundo siga girando como lo hace. Holy Motors es un portentoso y desquiciante homenaje a la vida, evidentemente al cine (y su capacidad para hacernos vivir vidas ajenas), y al propio arte histriónico de Lavant. Cine arriesgado, valeroso, alimento para la mente, es lo que Léos Carax, fiel a su –por desgracia no frecuente– costumbre, nos presenta sin reparos y con gallardía artística.
AFD (@SirPon)