Gloria, pasión, victoria…derrota. El relato de las intermitentes participaciones de la Selección Mexicana de fútbol en la contienda mundialista comienza con la historia de otro país. Brasil 1950, el equipo local es favorito para conquistar la copa, el partido final será en el majestuoso estadio Maracaná, han tenido una arrolladora participación y parece que el último juego será sólo un trámite. Brasil perdió contra la selección de Uruguay, siendo el Maracanazo el episodio más oscuro en su historia futbolística. Pero Brasil repuntó para convertirse, en años subsecuentes, en la principal potencia mundial del balón pie. Para México la historia parece ser muy diferente, las dos caras de la moneda no se han mostrado equidistantes para esta selección. Desde un modesto principio en el primer mundial, Uruguay 1928, pasando por vergonzosas golizas, hasta que logró, siendo sede en 1968, una participación más competitiva, pero sin lograr consolidarse. También se plantea la profunda relación del juego con los medios y el poder político, lo que ha provocado desagradables momentos como “El episodio de los Cachirules” que llevó a la descalificación de la selección en competencias internacionales durante 1988 a 1990. Pero la selección también ha tenido momentos luminosos con dos copas mundiales sub 17 y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Más allá de los intereses monetarios y políticos, el documental de Olallo Rubio se centra en mostrar la pasión que genera este deporte. Posee una profunda investigación de archivo y un rico cúmulo de datos –contexto histórico (que se agradece)-, sin embargo, esto se amalgama de manera poco orgánica, pues, a la mínima provocación arremete contra la identidad nacional. Carece de una buena composición, la narración (que es del propio Olallo), se vale de su estilo de locutor, tiene a la artificialidad. Dramatiza y enfatiza sin demasiado sentido. Repite siempre la misma fórmula narrativa con cada uno de los acontecimientos futbolísticos relevantes que conforman el relato. Una jugada que va in crescendo -mientras el mismo tema musical se repite en el fondo-, la tensión aumenta, la jugada se consuma –y la música se difumina. Por otra parte, en lo referente a la música, en repetidas ocasiones recurre al mismo tema musical de motivos guerreros, vinculando la idea del futbol con la batalla, para acentuar el dictado de emociones al espectador. A pesar de que aborda temas relacionados a las televisoras o a la relación entre el juego y la política, la usual crítica mordaz de Olallo Rubio hacía los medios consolidados y las estructuras de poder luce bastante relajada.
AS (@albertosandel)