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Barthes (Brody) es un profesor sustituto, soltero, que llega para guiar a un grupo de estudiantes sin muchas expectativas con respecto a su futuro. Poco a poco nos iremos enterando de que su abuelo pasa sus últimos días encerrado en un cuarto de hospital, con la mente perdida en la culpa que siente por un pasado que se revelará a cuentagotas y que también atormenta a Barthes a través de las imágenes de su madre alcohólica. El microuniverso escolar que vemos en esta cinta no parece dar muchas opciones a sus habitantes.
Tony Kaye ya había retratado una parte bastante desoladora de la sociedad en su reconocidísima Historia americana X (1998), donde cuenta la historia del líder de un grupo neonazi, la situación que lo llevó hasta ahí y lo que tuvo que pasar para que se redimiera. En Indiferencia, como lo vimos en aquella ocasión, también se concluye con un ligero destello de optimismo, aunque el precio que se debe pagar puede opacar la dosis de esperanza.
AVE (@AloValenzuela)