Jayro Bustamente, en su ópera prima, Ixcanul, muestra no solo un enorme entendimiento sino una gran devoción hacia la cultura Kaqchikel Maya. Su protagonista, la hermosa María (María Mercedes Coroy) de almendrados ojos, es una chica de 17 que debe casarse con el dueño de la finca en la que ella y sus padres viven y trabajan, no solo para asegurar el futuro de su propia familia, también el de la de él, pues es un reciente viudo con tres hijos que necesitan de una figura femenina. Pero los sueños de María están detrás del volcán, en Estados Unidos, una tierra desconocida que para ella suena a esperanza. Para escapar de su destino, seduce a Pepe, un peón que ya ha estado en esos lares de quien se embaraza sin imaginar mínimamente las consecuencias que eso conllevará. La vulnerabilidad de María como hija, mujer, monolingüista y como maya, poco a poco la entierra en una tumba de injusticia y crueldad normalizadas por su entorno. Bustamante trata con ternura y respeto a todos sus personajes por igual, sin importar si son víctimas o villanos, obteniendo interpretaciones excepcionales de sus actores, no todos profesionales. Pero la delicadeza se desborda en los momentos de mayor intimidad entre la madre y la hija, cuando a través de miradas y del cuidado del cuerpo, se le da un sentido sacro pero cercano, sin caer en exageraciones, a la maternidad. Ixcanul cuenta una historia sencilla, con una narrativa convencional, que deriva en una tragedia de múltiples estocadas, salvada solamente por la entrega que el director profesa a sus personajes.
SOR (@SofOchoa)