Poco después del asesinato de su marido, John Fitzgerald Kennedy (Caspar Phillipson), ocurrido el 11 de noviembre de 1963, Jacqueline Kennedy (Natalie Portman) recibe en su casa a un periodista (Billy Crudup) para describir cómo se organizó el funeral, al mismo tiempo que recuerda las dificultades que atravesó para proteger la seguridad de sus pequeños hijos y conservar los ideales de su marido. Entre el enojo, la desconfianza, la indecisión y la debilidad, ella también narra cómo fueron sus dos años en la Casa Blanca hasta llegar al más cruel de los eventos: mantener en su regazo la cabeza ensangrentada de su esposo.
Jackie (2016), dirigido por Pablo Larraín (Neruda, 2016) y escrito por Noah Oppenheim (The Maze Runner, 2014), se construye por completo a partir de la emblemática Primera Dama mostrándola en su constante dolor por la pérdida de su marido, el proceso de luto desgarrador y su desesperación por no hallar las maneras adecuadas y oportunas para darle continuidad a las voluntades del difunto presidente de una manera que va más allá de la mera vanidad personal. Las anécdotas de Jaqueline son reconstruidas a través del constante uso del diálogo; para ello, el guion recurre a la presencia de dos personajes –el periodista y un sacerdote (John Hurt)– dispuestos a escuchar el relato de la mujer y que funcionan como figuras clave para que el espectador descubra las confesiones de la protagonista. Ella lucha por encontrar un equilibrio entre el deber institucional y el amor hacia sus seres queridos y, precisamente en este choque, la figura de Jacqueline Kennedy emerge en sus contradicciones y complejidades, en su carácter estricto y cariñoso. A partir de imágenes de archivo –muchas de ellas falsas porque se trata de meticulosas reconstrucciones elaboradas por el propio Larraín–, resalta la figura de un presidente adelantado a su época dirigiendo a una nación a punto de perder su centro de gravedad debido a la crisis de los misiles –uno de los puntos de mayor tensión durante la Guerra Fría–. No es la primera vez que Larraín alude al cadáver de un presidente; si en Post Mortem (2010) se destacó la figura de Salvador Allende como una de las víctimas de los sacrificios de la democracia chilena, ahora, en Jackie, se recupera a JFK como una figura emblemática de su país y un líder carismático. Larraín entrega un fragmento de la historia moderna de Estados Unidos a través de la crisis personal de la Primera Dama, pero sin caer en el voyerismo; la escena del asesinato de Kennedy no se muestra de inmediato, y el director la presenta con un dramatismo desgarrador, sin sensacionalismo ni morbo. Aunque en su mayor parte es efectiva y acorde a la atmósfera lúgubre de las situaciones, la banda sonora compuesta por Mica Levi es, en algunos momentos, invasiva, y se precipita al luto de la protagonista estableciendo inmediatamente un tono de melancolía. La cámara del cinefotógrafo francés, Stéphane Fontaine (Un prophète, 2009; Elle, 2016), captura en primeros planos el rostro de Portman, quien, en una vehemente interpretación, expresa un poderoso y real repertorio de expresiones faciales marcados por varios estados de ánimo que oscilan de la fragilidad a la agitación, pasando por el temor y la incertidumbre hasta sus momentos de mayor angustia emocional cuando se cuestiona si se le puede dar significado y estructura al dolor.
Fecha de estreno en México: 24 de febrero, 2017.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional