Mientras que Robert Dewey (Tommy Lee Jones), el director de la CIA, sigue moviendo los hilos para convencer al joven empresario tecnológico, Aaron Kalloor (Riz Ahmed), para que desarrolle un perverso programa de vigilancia masiva llamado Iron Hand, Nicky Parsons (Julia Stiles) contacta al peligroso hacker Christian Dassault (Vinzenz Kiefer) para infiltrarse en los archivos del gobierno estadounidense con la intención de obtener una serie de documentos clasificados como alto secreto donde se revelan los detalles de la operación Treadstone, que está fuertemente vinculada con los orígenes de Jason Bourne (Matt Damon).
Después del estreno de The Bourne Ultimatum (2007), parecía que la historia del integrante amnésico de los cuerpos especiales de la CIA había llegado a su fin. Sin embargo, en Jason Bourne (2016), la cuarta entrega de la saga –sin contar el spin-off titulado The Bourne Legacy (2012)–, el cineasta inglés Paul Greengrass (United 93, 2006; Captain Phillips, 2013) ofrece de manera coherente, sólida y atractiva un nuevo eslabón que le faltaba al rompecabezas psicológico del protagonista. La lucha contra la pérdida de la memoria y la búsqueda de la identidad siguen siendo las constantes en este filme, así como los cuestionamientos y dudas que agobian a Bourne debido a su moralidad oscurecida y la manera en que ha sido manipulado por sus superiores. Desenmascarar las perversas intenciones de la CIA en el espionaje masivo de los ciudadanos y averiguar cuál fue el papel de su padre en los programas de reclutamiento de la CIA se convierten en las dos principales misiones del personaje. Aunque Greengrass se entusiasma confeccionando muchas secuencias de acción genéricas y exageradas –ya sea a bordo de motocicletas o automóviles, en Londres o en Las Vegas–, uno de los mayores aciertos en este nuevo episodio es la presencia de la revelación femenina de 2015 en Hollywood: Alicia Vikander. La joven actriz sueca interpreta con vehemencia a una funcionaria de la CIA experta en seguridad tecnológica; su actitud manipuladora logra generar dudas en los personajes que la rodean y agrega varias capas de suspenso que ayudan a mantener la tensión durante gran parte del relato. Las alusiones directas a Edward Snowden, los hackers con sede en Islandia, los disturbios en Atenas, el surgimiento de nuevas redes sociales y la expansión de las aplicaciones tecnológicas configuran un entorno socio-político muy actual. Más allá de emplear este contexto como un mecanismo para que las generaciones más jóvenes identifiquen fácilmente las turbulencias con las que se enfrenta el héroe, Greengrass ofrece un comentario agudo sobre los peligros y las responsabilidades que conllevan los sistemas de vigilancia extrema (la pérdida de la privacidad, principalmente) para otorgarle una pequeña dosis de reflexión a su filme.
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Fecha de estreno en México: 26 de agosto, 2016.