Khumba es una cebra que ha nacido con la mitad del cuerpo blanco. Su carencia de rayas es vista en la manada como un mal presagio, que se refuerza con el inicio de una larga sequía. Creciendo como un rechazado, Khumba decide emprender un viaje a través del desierto. Antes de partir, su madre moribunda le narra la historia de una charca mágica, de la que todas las cebras obtuvieron su piel rayada.
Este es el segundo largometraje del estudio de animación Triggerfish, con sede en Ciudad del Cabo, que ha mejorado en cuanto a la calidad de su técnica después de Zambezia (2012). Sin embargo, al quererse acoplar a las fórmulas hollywodenses, su trama en momentos se vuelve demasiado pesada o cae en el chiste fácil. Su búsqueda de un pasado mítico que otorgue cierto paralelismo entre la cebra y el jaguar, carece de coherencia con el resto de la historia, simplemente sirve para que exista una confrontación entre estas dos partes, sin que realmente se sustente. El mensaje buscado de igualdad y equidad, sobre todo proveniente de un país como Sudáfrica con el apartheid en su pasado, se ve demeritado por un guión agujereado.
AS(@albertosandel)