Video. Ve aquí nuestra entrevista con Lila Avilés, directora de La camarista
En un hotel de lujo de Ciudad de México trabaja Eve (Gabriela Cartol). Es recamarera (camarista) y desde antes de que salga el sol por las mañanas hasta que se lo traga la oscuridad por las noches ella limpia habitaciones, intercambia favores con compañeros, cuida bebés a cambio de unas monedas adicionales e, incluso, toma clases porque tiene fervientes deseos de superarse. En los poquísimos segundos libres que tiene Eve, habla por teléfono con la maestra de su hijo y, si tiene suerte de que esté despierto, también con él, muy brevemente. Eve tiene dos grande sueños, que aparentemente tiene al alcance de la mano gracias a lo bien que desempeña su trabajo diario y a la honestidad con que se conduce: que le regalen un elegante vestido rojo que alguien dejó en el hotel y nunca fueron a reclamar (ella es la primera en la lista) y, sobre todo, que le den la gran oportunidad de otorgarle el piso 42, lo que significaría (literal y simbólicamente) un espectacular ascenso para ella considerando que es la encargada del piso 21.
Llama intensamente la atención el control de las actuaciones, de los tiempos, del espacio, del ritmo que ostenta Lila Avilés en La Camarista, sobre todo considerando que La camarista es su ópera prima. Es un filme que desde que inicia deja establecido un estilo que respeta en cada secuencia: la cámara casi no se mueve (por lo que constriñe el ámbito de acción de Eve), la importancia que cobra el sonido para abarcar lo que ocurre fuera de cuadro, la ausencia de música, el tono de las interpretaciones y, particularmente, la escasez de diálogos. La directora entiende que está haciendo cine y utiliza el lenguaje y los recursos del medio para hablar de tema importantes, profundizando en ellos, omitiendo hacerlo a través de explicaciones verbales. Sus cuidadas puestas en escena (asistida por el destacado trabajo de Carlos Rossini) mucho nos hablan sobre la soledad, sobre cómo ese trabajo permite inmiscuirse, vouyerísticamente, de forma íntima en vidas ajenas (Lilia reconoce que la génesis de su filme fue The Hotel, proyecto de la gran artista Sophie Calle) y, por encima de todo, cómo hay personas que, en una cruel paradoja, deben renunciar a su vida para poder sobrevivir. Además, padeciendo todos los días del contraste incesante de sus precarias existencias con los derroches de opulencia que nunca podrán gozar y cotidianamente les vociferan, de modo déspota, su distante realidad. Detalles, símbolos constantes y hasta chispazos de corrosivo humor se van sumando para consolidar un filme que, por si fuera poco, cierra evitando las salidas fáciles. La conclusión es simultáneamente triste y liberadora. No hay otra película en la competencia con mayores merecimientos para llevarse el premio principal del festival.
Fecha de estreno en México: 2 de agosto, 2019.
Consulta horarios en: Cinépolis, Cinemex, Cineteca Nacional