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Lee aquí nuestra reseña de La danza de la realidad.
Después de 23 años Alejandro Jodorowsky retorna a la gran pantalla con su nostálgica y conmovedora: La danza de la realidad, una autobiografía imaginaria -como el mismo la cataloga- adaptada de su novela homónima publicada en 2001. En la historia Jodorowsky regresa a su Tocopilla natal, vemos así a un joven Jodorowsky interpretado por Jeremias Herskovits, en una ciudad llena de prostitutas, travestis y lisiados, para contar su propia historia, la de un niño judío, hijo de un padre comunista y tirano, y una madre que soñaba con ser cantante. La cinta se centra en la autoritaria y autodestructiva figura de su padre Jaime, personificado por Brontis Jodorowsky, el hijo de Alejandro. La historia que vemos desplegarse en Tocopilla es contada desde la perspectiva del joven Alejandro, una realidad alterada por su imaginación que devienen en imágenes surreales del mundo, el lugar y sus habitantes.
En ese universo ficticio su madre representa la ternura de su infancia, una mujer voluptuosa (Pamela Flores) que solo se comunica a través del canto, en tono de ópera. Alejandro Jodorowsky ha creado en La danza de la realidad un hermoso bricolaje de su infancia, del dolor y pesar del director sobre el tema de la paternidad. Las deudas no saldadas con ese padre torturador, pero también traza en la segunda mitad de la cinta su camino a la redención. La película está narrada en forma de farsa, melodrama, fantasía, una representación de los sueños y pesadillas que pueblan el pensamiento del multifacético Jodorowsky. El diseño de arte y de vestuario es otro de los aciertos de la cinta, fotogramas coloridos y luminosos, que le dan a la trama un curioso tono cómico en determinadas secuencias. No menos asombrosa es la banda sonora que lo envuelve todo, a cargo de Adanowsky, hijo también del realizador chileno.
VSM (@SofiaSanmarin)
*Reseña escrita durante el FICM 2013
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